L a Estadística de Violencia Doméstica y de Género elaborada por el Instituto Nacional de Estadística, no puede dejarnos indiferentes a toda la sociedad. Porque la sociedad española tiene un problema de envergadura que hay que abordar sin ambages y tratar de tú a tú con valentía. Me preocupa, y no sólo como mujer, que el número de mis congéneres víctimas de violencia de género en España el pasado año fue un 2,4% más respecto a 2015. No me diga que no es preocupante.

Las cifras no dejan de ser alarmantes. Un total de 28.281 mujeres solicitaron una orden de protección o medidas cautelares, así consta en el Registro Central de Víctimas del Ministerio de Justicia. Estamos hablando de 2016. Por edad, casi la mitad de las inscritas, tenían entre 30 y 44 años de edad y su edad media era de 36,6 años. Lo que me alucina es que los mayores aumentos del número de víctimas durante el pasado año respecto al anterior se dieron entre las mujeres de 75 y más años y entre las mujeres de 40 a 44 años. En contraste, el mayor descenso se registró en las menores de 18 años.

Lo vengo repitiendo hasta la saciedad. Algo no funciona. Algo se está haciendo mal. Tanto dinero como se gasta en publicidad y da la sensación de que no surte efecto. El problema puede que esté en las mismas mujeres víctimas de violencia. La ceguera del amor, el miedo, el qué dirán son tres de los grandes enemigos de las víctimas. Cuando se está verdaderamente enamorada de un hombre, hasta los defectos parecen virtudes. Pero una cosa son los defectos y otra bien distinta los actos violentos contra su integridad física y psíquica.

Si durante el noviazgo se observan comportamientos raros hay que obrar en consecuencia, no se puede llegar a ese extremo en el que muchos maltratadores creen que su mujer, que su pareja es un objeto de su propiedad y por lo tanto pueden hacer con ese objeto lo que les viene en gana, fundamentalmente jugar con su cuerpo y su rostro como si de un muñeco del pim pam pum se tratase. Si hay hijos, con mayor motivo hay que denunciar, para que no vivan el drama diario de la violencia que puede concluir con la muerte de la madre y la de los propios hijos.

A la mínima sospecha, tolerancia cero contra los maltratadores, sean quienes sean. No hay que esperar al moratón y a la sangre. Al primer empujón, a la primera bofetada, hay un número de teléfono que no deja huella y al que hay que llamar de inmediato. Pero esta colaboración no es sólo entre la víctima y la autoridad policial que lo está haciendo muy bien. También entre la autoridad política, la autoridad judicial y la sociedad. Toda la sociedad debe implicarse y a la mínima, denunciar.

El Código Penal español tiene muchas lagunas. No podemos permitir lo que viene ocurriendo un año y otro, un mes y otro, una semana y otra. En los albores del nuevo año, desde hace cinco para acá, raro es el que no comienza con un vil asesinato de género. El aumento es preocupante y la estadística también.