Coincidiendo con la sentencia que condenaba a largos años de cárcel a tres cabecillas del caso Gurtell y coincidiendo también con la asamblea de Podemos y la pugna entre Iglesias y Errejón, que ha acabado con la victoria rotunda del líder radical izquierdista -que ya se comentará mañana- celebró el PP su congreso para mayor gloria de Rajoy y del partido, un congreso al que se llegaba con todo atado y bien atado, sin ningún margen para sorpresas o novedades por tanto, y que se desarrolló según el guión, dejando ese regusto amargo que semejantes escenificaciones suelen producir.

A ello ha contribuido esa sensación de pucherazo que denuncian la mayoría de los medios en cuanto a la votación habida a mano alzada sobre la enmienda a la acumulación de cargos, un hábito perverso tradicional en el PP, pero que iba dirigido en concreto a una de sus mas fervientes cultivadoras, Cospedal, aunque eso sí, siempre con el visto bueno del inefable Rajoy. Pero como se esperaba, el asunto continuó adelante con luz verde para que la ahora ministra de Defensa pudiese seguir también como secretaria general. Sólo que la votación fue favorable por 25 votos únicamente, lo que dio lugar a silbidos y abucheos y a que allí mismo se produjesen dos dimisiones. Porque, efectivamente, el PP no es ya que no quiera saber nada de democracia interna, de elecciones primarias, sino que hace ese tipo de votaciones sin la menor garantía, realizado el recuento por ojeadores que nadie sabía quienes eran, y sin ningún registro informático, ni tampoco grabación de video que permitiera constatar la certeza de las cifras anunciadas. Es lógico, pues, que exista una extendida sospecha de pucherazo.

El caso es que Rajoy continuará siendo el presidente del partido durante cinco años más con el 95 por ciento de los votos, que ya se sabe que en el PP, como en otros tiempos ya lejanos, las adhesiones son inquebrantables o casi. Y Cospedal de número dos, aunque como estaba prácticamente anunciado se le ha añadido un asistente: Maíllo, con el cargo de coordinador. Lo que parece que no hace demasiada gracia a la poderosa secretaria general y ministra. Pero el ascenso del zamorano es justo y lógico, pues ha sido el único de los jóvenes vicesecretarios de la última hornada que ha mostrado méritos suficientes para ello. Por lo demás, Maílo acumula tantos cargos como su jefa, si bien parece queda ya más fuera de onda como posible presidente de Castilla y León si es que Herrera se va, que a saber.

Y poco mas ha habido, excepto el habitual triunfalismo y ausencia de autocrítica de un Rajoy que pervive en La Moncloa gracias a la desunión de las izquierdas que el triunfo de Iglesias al frente de Podemos mantendrá sin solución de continuidad, a no ser que Pedro Sánchez vuelva a ganar las primarias del PSOE, lo que no parece fácil, y aun así sería dudoso, dados los precedentes. De la Ejecutiva del PP han salido algunos pesos pesados relacionados con Aznar, una clara vendetta. Y una muestra más, todo el congreso, todo lo sucedido, de la mediocridad, cuando no ineptitud, que uniforma a la privilegiada clase política y que permite que - grandeza y miseria del sistema - cualquiera pueda llegar a lo más alto.