Sigue el encendido e incendiario ataque masivo al presidente Trump, por haber ganado las elecciones presidenciales en los tan democráticos, se dice, Estados Unidos de América. En todo el mundo, claro, aunque a los españoles lo que más nos llegue lógicamente es la barahúnda formada en nuestro país donde no hay tertulia en radio o televisión que no cuenta con comentaristas, sobre todo de izquierda pero también de derecha y centro, por supuesto, arremetiendo contra Trump, al que no dejan ni siquiera respirar, y pronosticando poco menos que el apocalipsis y el fin del universo.

La izquierda tiene y ha tenido siempre muy mal perder, y eso bien se sabe en España. Qué se le va a hacer. El hecho, por mucho que duela a tantos, es que Trump ha sido elegido por los votantes y ahí está, y como a todos los recién llegados a un cargo debiera concedérsele un margen de confianza, por mucho que duela la derrota electoral de la progresista Clinton, tan vinculada por lo demás, como ha quedado demostrada, con las finanzas de Wall Street. Los del populismo de la izquierda radical se convierten en látigos del populismo de derechas. Puede que sin razón alguna en los dos casos, pues el populismo no pasa de ser eso, desde un lado o el otro: el saber estar con el pueblo, con sus problemas y sus anhelos y esperanzas. Una característica convertida en descalificación.

Pero el impulso Trump, y con esto tal vez no contasen ni cuenten sus detractores, tantos, se ha dejado notar inmediatamente en la caduca Europa. No sólo su empatía, que al parecer existe, con el ruso Putin, otro populista en su país. Sino, igualmente, en el revivir que han experimentado, a expensas del cambio en Estados Unidos, los partidos de ultraderecha, que han celebrado en Alemania una reunión de sus líderes más destacados. Allí estaba Marie Le Pen, convertido su Frente Nacional en la segunda fuerza política francesa, Geert Wilders por Holanda, Matteo Salvini por Italia y la alemana Frauke Petry, aunque no hizo acto de presencia Horner, recién derrotado en las elecciones de Austria.

No hubo nadie de España, lo que demuestra la práctica inexistencia de grupos con poder real dentro del actual espectro político, pues Vox no da apenas señales de vida. Se han lanzado estos últimos meses una serie de plataformas ciudadanas como "Hazte oír" que propugnan valores ultraconservadores y están surgiendo, igualmente, medios en esta línea, como Radio Ya, promovida desde los restos de Fuerza Nueva, aparte de las páginas en internet. Pero solo Vox, si consiguiese financiación para extenderse por todo el país, podría tener posibilidades de representación parlamentaria, pues los grupúsculos existentes de derecha extrema son tan minoritarios que no cuentan y solo sirven para dividir más que para sumar. En realidad, parece que el PP cubre las exigencias ideológicas de muchos pese a sus estrategias liberales o por eso mismo. Sea como sea, en las elecciones de este año en Francia, Holanda y Alemania se medirá la fuerza de la ultraderecha europea, con especial interés en el país germano, donde el partido de Petry continua en preocupante alza, como si se pudiese olvidar el pasado nazi.