Han sido necesarios un año con un Ejecutivo en funciones y cinco días de reflexión de Mariano Rajoy para que se forme un Gobierno en España, al que hay que desearle acierto. Ya veremos si será otra ocasión fallida. Mientras tanto, conviene pasar a limpio algunos acontecimientos poco edificantes.

Asistimos a momentos cruciales, difíciles y embarazosos por su trascendencia política y social. Creo que no es necesario describir con detalle la situación por la que está pasando nuestro país, ya que es el tema de conversación más normal, y casi único, entre los ciudadanos. Es evidente que estos ciudadanos han manifestado su voluntad a través de su voto, arriesgándose a que la composición de las instituciones -fundamentalmente el Congreso de los Diputados- sea mucho más plural de lo que ha venido siendo desde la transición. No obstante, la inmensa mayoría apostó por un cambio de orientación política y, por lo tanto, de Gobierno. Claramente se ha producido una bajada de apoyos y pérdida de confianza a los partidos que tradicionalmente han venido liderado esa transición desde la dictadura a la democracia. Es la primera ocasión en que el partido gobernante, en este caso el Partido Popular, no ha conseguido dos mandatos seguidos, habiendo perdido millones de votos. Esta situación ha imposibilitado la formación de un Gobierno y, como consecuencia, hemos sufrido un año de inestabilidad.

Curiosamente, quien ha estado sometido a toda la presión política y, por lo tanto, a un enorme desgaste y sufrimiento ha sido el Partido Socialista, como siempre en la historia de España. Lo que ha ocurrido en su seno es un fiel reflejo de lo que ha pasado en el conjunto de la sociedad.

De poco ha valido que durante el tiempo en que ha presidido el gobierno el Partido Popular del Sr. Rajoy, se haya producido el incremento de la desigualdad de las condiciones de vida y bienestar de los españoles, sobre todo de los más necesitados; que la aplicación del rodillo de la mayoría absoluta haya sido un fracaso y que el desprecio a la oposición nos haya conducido a los ya conocidos recortes, también de la libertad; el retroceso sufrido en los problemas territoriales, la corrupción cercana a un Consejo de Ministros asediado por los tribunales; una administración que ha gobernado para una minoría oligárquica y frente a la inmensa mayoría con los desdichados e injustos recortes a las clases medias y trabajadoras. El Gobierno del Partido Popular ha sido irresponsable, mediocre y empobrecedor. Como muestra de su talante democrático ha recurrido para gobernar, teniendo mayoría absoluta, al decreto ley, que consiste en ningunear al Parlamento; es decir, a los ciudadanos, y que durante el Gobierno en funciones, se ha negado a comparecer en el Parlamento.

Con la investidura de Mariano Rajoy, se cierra el proceso electoral que se inició el pasado mes de enero al haberse agotado la X legislatura, de triste memoria. Los resultados de las elecciones legislativas del 20 de diciembre de 2015 dieron como resultado una composición del Congreso de los Diputados complicada para alcanzar la mayoría que permitiera gobernar. El candidato más votado, el Sr. Rajoy, se negó ante el rey a presentarse a la investidura. Ante esta situación el Partido Socialista, al ser la segunda fuerza, sí accedió a la petición del jefe del Estado. Pero cuando parecía que se podía conseguir un Gobierno de progreso, el Partido Popular y Podemos, votando juntos, lo impidieron.

Este escenario nos llevó a nuevas elecciones, el 26 de junio, seis meses después de los anteriores sufragios, con los resultados conocidos, con una distribución de diputados sin la mayoría suficiente para que se produjera la investidura y la formación de un Gobierno. Ante esta situación de bloqueo y la incapacidad por parte del Partido Popular y del Sr. Rajoy, de encontrar los apoyos necesarios, las miradas, una vez más, se volvieron al PSOE: "o votáis a favor, o nuevas elecciones en Navidad". Como es conocido, esta situación ha producido un debate profundo en el seno del Partido Socialista, también en el conjunto de la sociedad. Ha dimitido el Secretario General Pedro Sánchez y por lo tanto la Ejecutiva Federal. Se ha formado una Gestora. Ya se ha conocido la dificultad de adoptar una decisión unánime en el seno del Comité Federal como órgano máximo entre congresos. En el debate en su seno, manifiestamente mejorable, se acuerda por mayoría (¿como mal menor?) la abstención en la segunda votación en la investidura de Mariano Rajoy.

Hasta aquí un breve relato de lo ocurrido durante casi un año de interinidad y bloqueo de las instituciones, repercutiendo en el conjunto de todas las administraciones públicas. Parece conveniente hacer algunas reflexiones sobre lo acontecido y analizar algunas consecuencias no deseadas.

Mientras esta situación se producía en España, hemos observado como determinados medios de comunicación, las famosas tertulias, venidas a menos, y algunas compañías se han posicionado, legítimamente, en relación a sus intereses empresariales, disfrazándolos con intereses generales, exigiendo al Partido Socialista que facilitara la investidura de Rajoy. Eso sí, algunos de estos medios y tertulianos, atacan ahora al Partido Socialista por haberse abstenido, defendiendo una cosa y la contraria.

Ante esta situación parece razonable hacernos algunas preguntas: ¿comprenderán los ciudadanos el esfuerzo, el sacrificio y los sentimientos heridos para desatascar una situación institucional, porque quien tenía la obligación de hacerlo no lo ha hecho, ni siquiera lo ha intentado y que los socialistas han tenido que efectuar? ¿Serán comprendidos por los ciudadanos? ¿O se volverán en su contra por haber apoyado a un partido y a un presidente que, desde la perspectiva de la izquierda, no trasmiten ninguna fiabilidad, confianza ni respeto?

Naturalmente es una buena ocasión para algunos, barruntando carroñeramente, poco menos que el final del PSOE. Claro que frente a tanta incertidumbre y atrabiliarios pronósticos de desestabilización, siempre tendremos, una vez más, a León Felipe: "?para enterrar a los muertos/ como debemos/ cualquiera sirve, cualquiera? menos un sepulturero".