Qué peligro tienen los okupas. En cuanto saben o sospechan que hay una casa cerrada, intentan hacerla suya por el sistema que todos conocemos y algunos españoles han sufrido en sus propias carnes. Irse de vacaciones, querido lector, tiene sus pros y sus contras. En este último apartado, el de las contras, los okupas figuran como el principal problema, por encima de cualquier otro.

Una vecina de la localidad madrileña de El Molar ha denunciado que, tras ausentarse de casa unos días, la ha encontrado ocupada por varias personas que no la dejan volver y que, para más regodeo, le han vendido buena parte de los muebles de su propiedad. La casa es propiedad de un banco y la buena señora vivía en la misma de alquiler. Un alquiler social de 149 euros que pagaba religiosamente. La Comandancia de la Guardia Civil ha intervenido con celeridad pero hete aquí que mientras un juez no intervenga y ponga las cosas en su sitio, la buena señora no puede volver a su hogar, con el agravante de que los pocos muebles que han dejado los intrusos pueden llegar a desaparecer de aquí a que el juez dictamine.

En España tienen que cambiar de inmediato algunas cosas porque hay situaciones insoportables e insostenibles. La razón debe estar del lado del que la tiene, sin más miramientos, sin más contemplaciones y sin los retrasos habituales. Porque a esta buena señora le pueden dar las uvas sin haber pisado el umbral de su domicilio de alquiler social. A otros casos parecidos le remito. En alguno llegó a transcurrir más de un año y más de dos, hasta que el juez se decidió a impartir justicia y decretar el desalojo.

Si no recuerdo mal, en el año 2009 y en Barcelona, una familia de varios miembros se instaló en la vivienda de un matrimonio, obviamente sin su permiso, mientras estaban de vacaciones. Les costó dios y ayuda recuperar su vivienda. Además, esta gente, lo primero que hace es cambiar las cerraduras y a vivir del agua, de la luz y del cobijo que pagan los "desokupados" a la fuerza. El verano debe ser la época propiciatoria para tal mudanza. Tres cuartos de lo mismo les ocurrió a una pareja de recién casados de Casteldefells. Y a una vecina de Santander que se fue de vacaciones y otro vecino ocupó su vivienda. ¡Fíese usted del vecino y no corra!

Como se extienda más de lo que ya está la fea costumbre de "okupar" casa ajena, cada vez que nos ausentemos tendremos que dejar a un familiar de total y absoluta confianza disponiendo de nuestros hogares, porque un día volvemos y no podemos entrar. Y no porque no encontremos la llave, sino porque nos han cambiado la cerradura, posiblemente con premeditación, alevosía y nocturnidad. Y, claro, hasta que habla la Justicia pueden pasar meses e incluso años.

La exaltación del fenómeno okupa está viviendo una época dorada en España. Craso error. No se puede aplaudir a un movimiento cuyos principios están basados en la violación de la propiedad privada, vendiendo el acto como un modelo idílico de solidaridad social. Es una forma errónea de entender y prostituir la palabra solidaridad.