Los refranes son un elemento importante de la sabiduría popular, resultado de una experiencia de generaciones a lo largo de los siglos. Por eso sus verdades suelen ser completamente comprobables y se utilizan en la vida corriente como normas de conducta en el pensar y en el obrar. No suelen fallar, aunque -como todo lo humano- son imperfectos y, aunque raras veces, no aciertan. Uno de estos refranes, muy sabidos y repetidos por las tierras zamoranas, es el siguiente: "Por san Blas, la cigüeña verás; si no la vieres, año de nieves". Sin duda, el refrán está tomado de la conducta de las cigüeñas: como otros animales, esas zancudas emigran en invierno de los países fríos a otros más calurosos; y, al contrario, cuando en los países calurosos el calor resulta molesto, regresan al país frío o menos cálido, para permanecer allí hasta bien entrado el otoño.

Este año, la cigüeña ha venido puntualmente, creando en algún lugar problemas de alojamiento, por la restauración del edificio donde tenían su aparatosa vivienda. Esto ha motivado, sin duda, que se haya escrito (lo he leído en alguna parte) una especie de refrán, contrario al anterior para anunciar nieves por la aparición de esas vecinas.

Lo importante -como puede suponerse- no es si el refrán se cumple siempre o con excepciones; lo que nos interesa es analizar un poco la aparición de las copiosas nevadas que se dan ahora en todo el norte de España (por lo menos). En el Centro de la Península Ibérica, donde se halla esta capital -Madrid- también tenemos cercana y, según anuncios, será nuestro "premio" alguna nevadita; no espero que lleguemos -ni de lejos- a las impresionantes nevadas que presencié de pequeño en mi tierra, la lejana Zamora, que alcanzaban en algunos lugares algunas alturas que se medían hasta por (pocos) metros. Me parece que en estos tiempos ni por allí se dan tales bendiciones del cielo.

Según puede comprobarse en la prensa, la nieve acarrea un grave perjuicio, dificultando la circulación en algunos puntos de nuestras carreteras. Se puede comprobar contemplando las bellísimas fotografían que aparecen en nuestros diarios de tirada nacional o provincial. Y este es uno de los bienes que la nieve nos trae a todos y, profesionalmente, a los buenos fotógrafos, que se aventuran a ejercer sus funciones en lugares especiales visitados por nevadas espectaculares. Tengo delante vistas: de Pineda de la Sierra (Burgos), de la estación segoviana de La Pinilla, del cementerio de San Fiz (Orense), del mismo Burgos, de Roncesvalles, del Alto de Mequíriz (en Navarra) y -para que no falte ningún testimonio y se haga verdadero aquello de que "en todos los sitios se cuecen habas"- de la Sierra Nevada granadina, donde la temperatura se ofrece a 12 grados bajo cero.

Mirando a lo económico -lo más positivo, materialmente, de todo esto-, la nieve es necesaria para surtir de agua, en la próxima primavera y el siguiente verano, a muchos ríos y embalses que atienden a la provisión de los cultivos y al consumo personal de roda España. El deshielo constituye la principal fuente acuífera para las épocas en que flojean las lluvias en nuestra patria, tan necesitada del agua para la vida normal de los más de cuarenta millones de nacionales y los millones de turistas que nos visitan y contribuyen poderosamente al sostenimiento de nuestra economía nacional. Y ya, atendiendo a lo lúdico, soy uno de los muchísimos testigos del placer que proporciona la nieve callejera, en los lugares donde cae en abundancia, y la nieve lejana buscada en excursión especial desde Comillas, donde la nieve o no aparecía o, si caía, era en tan pequeña cantidad que ni siquiera "cuajaba". Allí se refería el caso de un gallego que, al experimentar la sequía, escribía a sus padres diciéndoles: "aquí no le hay clima", aludiendo a la diferencia con la lluviosa Galicia. En una bolsa de fotografías, tengo una en la que disfrutamos tirándonos bolas de nieve varios "canonistas" astorganos y leoneses y yo, que estaba en su régimen especial siendo "teólogo". Nos habíamos desplazado hasta Potes en Asturias, porque en nuestro Comillas no teníamos nieve. Al contrario de las migratorias cigüeñas, nosotros buscábamos, por muy pocas horas, el frío saludable de la nieve.