O mejor "y el presente de Zamora". Cuando es el presente el que se escapa entre los dedos, el que ya no es controlable, por la propia inercia de los tiempos y los acontecimientos, no deja de resultar excesivo hablar del futuro. Esa es la primera cuestión que habríamos de plantearnos como colectividad en el amanecer del nuevo año. ¿Podemos influir, siquiera mínimamente, en el presente de Zamora para que el futuro sea distinto del que ahora se dibuja en el horizonte?

Después vienen otras. ¿Podemos tejer un proyecto que rompa la dinámica que nos lleva en una pendiente cada vez más pronunciada a la pérdida de un tercio de la población provincial de aquí a la próxima generación? ¿Podemos articular bases atractivas que eviten que más del 80% de nuestros jóvenes universitarios solo tengan una opción razonable de trabajo más allá de nuestras fronteras provinciales? ¿Es factible lograr incrementos medios de la renta en los sectores primario, secundario y terciario (fuera de la Administración pública) que permitan sostener población? ¿Podemos generar oportunidades o incentivar a quienes las generan de forma que evitemos que casi el 90% de los jóvenes menores de 30 años que quedan en Zamora sigan viviendo en casa de sus padres? ¿De qué sirven las fotos diciendo que somos pioneros en la implantación de las redes 4G si tres años más tarde estamos a la cola de España en su cobertura? ¿No es vergonzoso que buena parte de nuestros pueblos aún no tengan un acceso a Internet válido para actividades profesionales?

Vivimos en una aldea global en la que de nada sirve plantear medidas proteccionistas arcaicas para defendernos de la competencia exterior. Poner puertas al campo es tarea estéril. A estas alturas nadie puede pensar que nuestra agricultura o ganadería pueden abstraerse de la competencia en precios y calidad del resto de productores españoles, europeos y, cada vez más, mundiales. O que la industria surge por ciencia infusa. Es inútil pretender que nuestro comercio se introduzca en una burbuja cuyas paredes lo protejan de la libertad de desplazamiento de los consumidores y de la ubicuidad de productos y marcas merced al comercio electrónico global. No es factible que nuestros jóvenes, cada vez más preparados y abiertos al mundo permanezcan, por el amor a la tierra, aquí donde la tierra no les brinda las oportunidades ni el caldo de cultivo para que ellos las pongan en marcha. Mucho menos podemos soñar con atraer masas de población joven, activa y dinamizadora provenientes de otras latitudes.

No es por la vía del "no hacer" o del "evitar" por la que quebraremos la proyección del futuro que se nos viene y el presente que se nos escapa. Eso solo sirve en sistemas sociales fundamentalmente "caciquiles"; porque a unos les es provechoso y a otros cómodo. Es hora de dar un paso al frente. De romper ataduras y convencionalismos. De exigir el compromiso que ahora no muestran a quienes más obligación tienen de hacerlo.

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