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Muy breve

Ruido de taquillas

El Ramos Carrión corre peligro de convertirse en otra de las obras eternas de la ciudad

El Teatro Ramos Carrión corre peligro de convertirse en una más de esas obras célebres en nuestra ciudad que tardan años en comenzarse y donde el tiempo para su finalización no parece contar.

Confiemos en que, después del sonsonete que hemos aguantado para el derribo de las taquillas no toque más ruido porque sea necesario tirar algo más, porque entonces tendremos música para largos años.

Tengo la ligera impresión de que algo no funciona con la precisión y el obligado rigor de toda función pública que, en cambio, sí obliga al ciudadano a cumplir plazos. Debería ser la primera en dar ejemplo, pero aquí entramos en ese espacio que un día lejano de 1892, fue destinado para soportal de un célebre proyecto de Plaza Mayor, malogrado, como siempre ocurre por la influencia de los caciques. Levantado el teatro, quedó libre el espacio del soportal, cuya muestra queda marcada para siempre en el portalón del palacio de la antigua Diputación.

Se erigió luego la casa que hace esquina que lleva el nombre del rey Alfonso XII en recuerdo de su visita el año 1877, añadiendo posteriormente detalles y situaciones conflictivas: la casa marcó la alineación y, construido el teatro, desde aquel momento una reja marcó la alineación de la calle. Uno más de los numerosos desequilibrios que se desprenden de planes urbanísticos rotos, cortados o no desarrollados completamente.

Las taquillas constituyen uno problema más en ese atasco urbanístico como lo son los solares vacíos en la Rúa o en la calle Sacramento.

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