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A pesar del falso triunfalismo del PP, todas las opciones siguen abiertas

En la cumbre del PP en Toledo dijo a los suyos Rajoy que van a ganar las elecciones, pero a ver qué va a decir el hombre. Antes, los presidentes regionales se habían dedicado todos a lisonjear al jefe, sin el menor asomo de autocrítica. Salvo Aguirre y Herrera, que no acudieron a la cita, el de Castilla y León expresando su disgusto con el Gobierno por el asunto de las ayudas a la minería. Pero lo cierto es que la descomposición del partido se dejó notar una vez más, cada día con mayor intensidad tras la debacle de Cataluña, el relevo en el País Vasco y las peculiares declaraciones de Montoro echando por tierra algunos de los tópicos habituales manejados por los conservadores.

Aun así, Rajoy dice sentirse orgulloso de su labor como gobernante. Lo que pasa es que la gran mayoría de los españoles no comparten ese supuesto orgullo. No solo son las encuestas, que también, sino el ambiente que se respira en la calle: ambiente de cambio. No se quiere en el poder ni al PP de los Gürtell y la Púnica, ni al PSOE de los ERE de Andalucía. Se desea savia nueva y honesta en la política y sobre todo, regeneración democrática, el gran mantra de los partidos emergentes. Los líderes de Ciudadanos y Podemos, Rivera e Iglesias, debatieron en televisión sin que ninguno destacara sobre el otro. Pero en una encuesta del fin de semana, los de Albert Rivera aparecen ya en segundo lugar, superando al PSOE y a muy escasa distancia del PP. Con Ciudadanos catapultado y el PP en plena depresión, los márgenes se hacen muy estrechos. Distinguiendo, como ya ocurriera en las municipales y autonómicas, que una cosa será el partido más votado y otra el partido ganador, el partido que realmente se haga con el poder. Los de Rajoy pueden ser los más votados, con Ciudadanos y PSOE pisándole los talones. O puede que gane el PSOE, como pronostican algunos sondeos. O incluso Ciudadanos que no se cansa de repetir a través de sus jóvenes dirigentes que no quieren ser bisagra de nadie, sino ganar y gobernar. Pero, en cualquier caso, tanto la formación de Gobierno como la misma gobernación, resultaría una labor muy ardua y compleja.

Si gana el PP, lo que se considera lo más probable, pese a todo, dados los recursos que maneja el Gobierno y la falta de ética que caracteriza el hacer político, Ciudadanos, y lo repite constantemente, exigiría por su apoyo la cabeza de Rajoy. ¿Se iría Rajoy para salvar a su partido? De otro modo, la entente PSOE-Ciudadanos es muy posible que acabase haciéndose realidad, en una solución de centroizquierda que sería bien acogida por muchos electores. Pero ¿y si es Ciudadanos el partido más votado? Igualmente necesitaría apoyos para gobernar y ahí pasa lo mismo: que parece más fácil que Rivera se entendiese con Pedro Sánchez, aunque todo puede ser. Incluso pudiera que si las condiciones lo permiten, alguno quisiera gobernar en solitario, lo que supondría una tan breve como mala experiencia, algo que acecha también a los posibles pactos. A no ser que el electorado, tan dividido, se vuelque de modo decidido a favor de unos u otros: o hacia el cambio total o a dejar las cosas poco más o menos igual que están, con el bipartidismo manteniendo su nefasta presencia. Todo está en el aire a dos meses de la cita en las urnas.

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