No es que queramos comparar a Mariano Rajoy Brey con el general Franco, ese dictador que nos gobernó más de 35 años, sino que resaltamos que él se cree el jefe, el líder de la manada pepera. Y que se va a echar al partido a la espalda. Vamos, que Rajoy tira "palante" tomando el control absoluto del Partido Popular hasta las elecciones generales de noviembre ¿Y qué remedio le quedaba? Todos están contra él, desde militantes populares (especialmente la derecha ultra, los barones y los jóvenes de Nuevas Generaciones) hasta la oposición, la radical, la centrada, la nacionalista y la separatista. Pero él se ha tirado al monte y les ha echado un envite, un órdago a la grande. Si gana, será un héroe y habrá salvado al PP para muchos años. Si pierde, se va a casa -que es lo que están deseando muchos- y santas pascuas. Ya ha dejado atada y bien atada su sucesión con los cachorros del PP. Y cual caudillo menospreciado se retirará con resignación susurrando que es ley de vida dejar paso a otros.

Su estrategia para lograr sobrevivir pasa por recuperar el voto perdido. Asegura el registrador de la propiedad ajena que eso está en los que se han ido -1,5 millones decepcionados- a Ciudadanos, y en la gran abstención de los electores de centro y de la derecha ultra, que les han castigado duramente. Un análisis rajoniano muy simplón pero con visos de verdad. Mariano Rajoy camina ahora como un zombi en busca del votante perdido o del Santo Grial de la aceptación de sus tan cacareadas como nefastas reformas laborales y de la recuperación económica. Su modelo de crecimiento está obsoleto. Y ya no convence a casi ningún español con las falsas promesas que nos ha contado en las anteriores elecciones generales del 2011 y ahora con las municipales y autonómicas. No es tanto por los errores de comunicación, como que ya no creemos ni en lo que nos dice ni en sus recetas socioeconómicas de rácano tendero provinciano.

Dijo que iba a regenerar el partido y cambiar el gobierno, y solo ha hecho decepcionantes cambios cosméticos, de "chapa y pintura", como les gusta decir a los peperos para expresar que solo son matizaciones, cosas sin gran importancia: solo lavar la cara? O sea, como en la fábula de Esopo: tanta expectación para que al final los montes parieran solamente un pequeño ratón.

Aunque a decir verdad Rajoy ha nombrado ya -implícitamente- sucesores o jóvenes becarios de primera línea para la cúpula del PP, a los Jorge Moragas, Pablo Casado, Andrea Levy, Javier Maroto y Martínez Maíllo, un "cuasi" imputado (para el PP) por un presunto fraude en Caja España cuando era consejero. El Tribunal Superior de Justicia de Castilla León insiste en la situación procesal de Maíllo como imputado aún por la concesión irregular de créditos.

El caso de Moragas es curioso porque ha sido la sombra de Rajoy en estos dos últimos años. Y si eso era así, por qué Moragas no le susurraba al oído que las cosas iban mal y que no podía seguir gobernando de esa forma tan antipopular. Porque si no lo hizo, vaya coordinador que se ha echado ahora el PP, y para qué le nombra ahora director de la campaña electoral del PP. Y si lo avisó, ¡vaya presidente que tenemos! Aguantarlo hasta noviembre sería insufrible.

Sinceramente creemos que Rajoy no se enteró entonces ni se ha enterado ahora ¿El principal responsable del caos del partido y de la ineficacia del gobierno quiere liderar la regeneración de la formación de la gaviota azul? Sigue Mariano con sus serenatas de la recuperación económica, cacareando que va muy bien, y que es un gran éxito de su gobierno. El presidente obvia -para ese mínimo progreso- el empuje positivo que le viene del exterior y de las bonanzas económicas globales. Insiste, tozudamente, en que las reformas habría que hacerlas así tal como las hizo. Y sobre la apestosa y desbordante corrupción de sus correligionarios, asevera este caudillo rebajado, Rajoy, que ya ha realizado muchas normativas correctoras. Esa corrupción es estructural, señor presidente, y no se va a liberar de ella hasta que expulse del Partido Popular a muchos cargos y militantes corruptos, incluso de su confianza, precisamente. Y si lo no hace, en unos pocos meses se va tener que ir a casa a registrar haciendas propias y ajenas.

No se entera; se lo ha recordado claramente, en el propio comité nacional, un barón de gran prestigio pepero, Juan Vicente Herrera otra vez presidente de Castilla y León: "Mariano, hay que ser más sensibles a los problemas de impacto social".

Quiere ganar las elecciones solo con discursos alarmistas, con meternos el miedo en el cuerpo de que entran en las instituciones públicas los bárbaros, los rojos otra vez. Mire, señor Rajoy, han creído siempre que la finca del poder solo les pertenece a ustedes. Por eso nos insultan continuamente, que si somos antisistema, extremistas, radicales populistas y no se qué demonios más.

Pero, simplemente, muchísimos como yo, somos españoles normales, que formamos empresas, cotizamos, que consumimos y aportamos riqueza a España. Unos logramos un trabajo digno; otros no tanto; otros ni eso, andan en paro. Luchamos para que la Sanidad, la Educación, los Servicios Sociales, sean públicos y eficaces. Estimamos que la política debe de estar al servicio de los ciudadanos, que el urbanismo solo tiene sentido si piensa en las personas. O que el agua nunca puede ser un negocio. Reclamamos una ciudad equilibrada y justa, que se ocupa, en primer lugar, a los más desvalidos. Creemos que la vivienda es un derecho; creemos en ciudades pensadas para vivir y no para especular con oscuros "business". Abogamos por la transparencia y la participación, y por una cultura para todos. Si eso es ser unos radicales y unos antisistema, lo somos. Y ni siquiera nos arrepentimos.

También, el caudillo depreciado, Rajoy, quiere hacer trampas electorales; por eso amenaza con realizar cambios en la ley a solo cinco meses de las generales (que la fuerza más votada sea la que gobierne, aunque sea con el 15% de los votos). Si se radicaliza y se crispa el PP, como está sucediendo, y si hace esa alteración electoral, seguro que pierde las elecciones, como Aguirre y Barberá malograron los ayuntamientos de Madrid y Valencia.

Ángel Lozano de Lera

(Profesor de la Universidad de Salamanca)