En estos días, despejados y preinvernales, pasear por la Mota de mañana, dejando que la vista se pierda entre la belleza gris y blanquecina que nos abraza, es disfrutar del panorama de las heladas y sus rigores; yo, suelo rematarlo haciendo tiempo sentado en la protección del paravientos que resguarda de los aires serranos y dejan indemnes los rayos del tibio sol mañanero mientras fumo un purito haciendo tiempo para los vinos de la mañana.

En los bancos, dispuestos en ese lugar de solaz y disfrute de los jubilosos jubilados, suelen estar ocupados por un pequeño grupo de asiduos que en estos cuarteles de invierno se ejercitan en el polémico arte del debate político; en este lugar, como a la hora de la partida en el café, con atención, se puede captar el pulso social de las preocupaciones del delicado momento existencial que nos agobia a todos desde el soberano mandato televisivo que se impone en las mentes de opiniones fácilmente maleables.

Desde un banco adyacente y sin ánimo de enterarme de nada, escucho la preocupación y las opiniones por las declaraciones en la tele de un joven personaje de buenas maneras que va, como se dice ahora, de nuevo emprendedor político y se declara entre mediador, intermediario, agente comercial, agente de los servicios secretos, comisionista, manipulador y poseedor de material sensible que afecta al Estado: El pequeño Nicolás, Francisco Nicolás Gómez Iglesias. A modo de Sancho, digo, "una vez más, con otro iglesias hemos topado".

La controversia en las opiniones es causa extremosa de rivalidad entre los que piensan que es un pobre muchacho engañado por personajes de altura política y enanismo moral, y los que piensan que es un simple caradura capaz de medrar en un sistema ideado por demagogos de mentes mentecatas, capaces de parir un gobierno sin controles, donde la justicia brilla por su ausencia.

Después de haber escuchado tantas opiniones deduzco que el personaje en cuestión es un avispado nini, criado y mimado en la sede de su partido desde que su mamá lo llevaba en brazos; este personaje, listillo y no muy inteligente, moviéndose en las alturas políticas, se pasó de rosca y sin padrino efectivo se cayó del pedestal.

Los que tienen padrino como la Sra. Valenciano, D.ª Susana, (habrá miles en IU, PSOE y PP), llegan a altísimos ejecutivos del partido y a cargos de gran responsabilidad nacional. Son gente que nunca trabajó más que en el partido, donde les nacieron las muelas sin juicio en la disputa política y en el arribismo substancioso que conlleva la lealtad al jefecillo que, mediante cooptación nepotista, los sitúa en las listas para ir trepando.

Lo cierto es que rasgarse las vestiduras ante estos hechos que transcienden el sentido común, es de inocentes. Estos jóvenes, que viven perdidos en el maremágnum sectario y partidista en el que han crecido y donde ven a sus padrinos medrar en los consejos de administración de grandes empresas por aportar sus amistades para ser intermediarios entre gobiernos o sindicatos, son émulos aventajados.

Y díganme: ¿Qué hacen expresidentes, exministros y sindicalistas en los consejos de administración de las grandes empresas? Ahí se deduce que la política es la madre piadosa de los expolíticos de alcurnia a los que mima aunque hayan arruinado al Estado.

En conclusión, esta democracia mutilada de justicia, este sistema de personajes amorales en lucha por la administración del erario público, no nos sirve, son miserable ramplonería.