En estos tiempos turbulentos, sometidos al proceder indecente, desvergonzado y corrompido de unos personajes licenciosos, para los que la ética es un acervo en desuso e inútil cuando se opone a sus deseos e intereses, y han resuelto una manera de entender la vida desde el hedonismo y el dinero, el omnímodo caballero quevediano. Con estos personajes, todo se pierde desde el proceder de una moral laxa que no entiende ni de patria ni de justicia y, sin decoro, rehúyen que el honor sea patrimonio del alma, porque el alma es un invento poético que dicen que es de Dios; y Dios, es un viejo invento de control de masas que se opone a sus desmedidos caprichos y azarosos deseos, y tratan de cambiar la moral colectiva mientras se van destruyendo ellos mismos; ¡porque Dios es una verdad inmutable y una necesidad para el hombre desde los albores de la evolución humana! Es, aún más, una llamada permanente al corazón humano, donde suena la verdad con gritos de silencio.

Desde este laicismo colectivo, en esta praxis de secularización social que impone la desacralización y el abandono de cualquier principio espiritual por religioso, el hombre camina en un retroceso singular y meditado, hacia un regreso a lo primigenio y animal, hacia la brutalidad de lo estrictamente sensual y concupiscente, donde no faltan, envuelto en oropeles de gustos groseros y desvergonzados, el quebranto y la violación de todo derecho humano.

Pero, como nos enseñaron en física, a toda acción se opone una reacción y he aquí que el papa Francisco, promotor y defensor de una humanidad cristiana en aceptación de todos los que no lo son, sin enemigos ni odios, en paz, avenencia y justicia, habla en foros donde se le invita y se escucha su voz con interés y respeto.

Y hasta aquí, en Benavente, he recibido el regalo de un libro sobre la "paternidad" de Dios: "En el corazón del Padre". Un libro publicado por la Editorial BAC, con motivo de la celebración del décimo aniversario del fallecimiento de Fernando Rielo, el fundador del Instituto Id. de Cristo Redentor, Misioneras y Misioneros Identes.

Este trabajo -dirigido por don José María López Sevillano, presidente de la Escuela Idente- es la adaptación de una recopilación de las enseñanzas que en los claustros, trasmitió verbalmente el fundador. (Los claustros son lecciones espirituales, expuestas por un director con toda libertad y naturalidad a manera de diálogo).

Desde mi opinión, el texto sigue los tiempos del discurso en la retórica clásica, así:

El exordio, es una alegoría metafísica y cristianizada del mito de la caverna de Platón. Donde los hombres-instinto, que habitan en las sombras, se oponen a los hombres- espíritu, que están en ascesis permanente hacia la luz y la verdad.

La narratio nos lleva desde la consideración de la palabra Padre como origen de todo y origen del sentimiento arraigado en lo más profundo del alma, el amor a Dios. "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente" (Mt 22, 37). La lectura de este capítulo me hizo recordar el big bang del ¡hágase! Y al himno de laudes que siempre me enternece y dice: Alfarero del hombre, mano trabajadora/ que, de los hondos limos iniciales,/ convocas a los pájaros a la primera aurora,/ al pasto, los primeros animales./ De mañana te busco, hecho de luz concreta,/ de espacio puro y tierra amanecida. / De mañana te encuentro, Vigor, Origen, / Meta de los sonoros ríos de la vida.

La argumentación es una reflexión sobre el concepto de hijo de Dios. Un Padre que posee el tiempo en pasado, presente y futuro: Alfa y Omega. Un Padre Creador, en el que existimos desde que fuimos su idea, un tiempo en la vida y la eternidad; por tanto del que somos hijos: antes de la vida, en la vida y en la muerte. Este concepto de hijo me lleva a la lira de san Juan de la Cruz que dice: Quedéme y olvidéme/ el rostro recliné sobre el amado;/ cesó todo, y dejéme/ dejando mi cuidado/ entre las azucenas olvidado.

El epílogo es un dialogo fundacional donde subyace el sentimiento de estar en el amor donde la Trinidad nos tiene reposando en el corazón del Padre. El texto tiene la sencillez y el candor de lo natural combinado con una profundidad dogmática impregnada de la anagogía evangélica.

Personalmente, he comprendido que soy una realidad creada desde siempre y para siempre y existo en el corazón del Padre.

Hace muchos años, en un poema, decía del peregrinar que era: Andar, andar y andar/ en caminar constante, tenazmente/ desde el amanecerá al fin del día/ viendo venir la muerte lentamente/ y pensando ser parte de Dios, tras el ocaso; hoy, pienso que soy parte de Dios desde antes de los limos iniciales hasta después del ocaso pretendido de la muerte.

Dicen unos versos de Fernando Rielo: El hombre no se muere. Muere solo la carne/ que en sí misma/ no sirve para emprender el vuelo.