Con todo lo que está pasando con no mirar o con mirar para otro lado está resuelto el asunto, dicen. Ya se ha denunciado en muchas ocasiones y en varios sitios de qué manera inconscientemente cae la gente común en el lenguaje "nacionalista" hablando de los "catalanes" para referirse a los simples separatistas de esa región, discutiendo de un "derecho a decidir" en vez de lo que en realidad es, un deseo de referéndum pro independencia que sea vinculante. Ya es significativo hoy que Pablete Iglesias pueda criticar con cierta razón el secuestro de algunos medios públicos pagados por todos, llámense Canal 9 o Telemadrid, a pesar de que apenas actúen ya, o de la cadena pública catalana TV3, que sí actúa directamente y a la vista de todos. Ocurre lo mismo en otras cadenas, cada una con su marchamo, y parece que no nos demos cuenta o no queramos darnos cuenta de ello.

Añadamos a todo eso la Ley Electoral que da a los nacionalistas un poder en el Estado español, que no deben tener, facilitándoles su misión de "Bisagras". Pero nadie quiere cambiar esto y volver a lo escrupulosamente justo e idóneo: una persona = un voto, sin ofrecer limpiamente concesiones en vez de dialogar para asentar con ellos y con todos las bases de lo que más convenga al estado, que es el de todos. Y esto no es utopía demagógica.

Hay que verlo con claridad. El problema puede radicar no en que existan tantos radicales independentistas envalentonados que dominan los medios de comunicación y los puestos de responsabilidad en la sociedad catalana de las otras, el problema debe de estar también acaso en la dejadez, pasotismo y probables complejos de los que llamaríamos "constitucionalistas". Tal vez nos falta un discurso creíble de por qué tenemos que estar orgullosos de ser españoles, que se oponga a lo descabellado de las teorías independentistas. Y se necesita a lo mejor volver a tomar símbolos olvidados que nos han unido antes de ahora. Por ejemplo, "patria" tiene un significado cercano a padres, lo heredado de los ancestros. Y sobre todo perder el complejo que nos impide cercenar y rebatir las concepciones históricas falseadas de los independentistas. Un poco de dignidad humana, porque también en política juegan y tiene valor los sentimientos y las señas de identidad. El estúpido victimismo no nos vale a los que aspiramos aún a la unión de los españoles de todas las tierras. Y además estamos asistiendo a una lucha despiadada contra la libertad individual sin hacer nada.

Hay que mirar hacia adelante y perder los miedos a hablar y a expresar nuestros modos de sentir para poder recuperar los planteamientos de justicia, libertad y defensa de la ley en que creemos. Nos tememos que las soluciones no nos las vana ofrecer los altos políticos de Madrid, Barcelona o Valladolid. Hay demasiados espíritus dormidos y conciencias apagadas. Habrá que calibrar si la solución no estará en que se pierdan las mayorías absolutas en las próximas elecciones, las mayorías de cualquier signo. Así a lo mejor se aprendería a actuar con coherencia y firmeza. ¿No es triste en un servidor político al que nadie obligó y que juró o prometió guardar y hacer guardar la Constitución y la Ley oírle decir que ya no puede hacer más de lo que ha hecho, en las actuales circunstancias? (Mariano Rajoy a 19 de noviembre de 2014). Y lo gordo es que probablemente otro cualquiera hubiera hecho lo mismo... ¿Por qué se tiene la sensación de que el presidente no controla todos los asuntos de gobierno del país entero?