Los grandes mitos de Rajoy van derrumbándose en una especie de efecto dominó que quizá le alcance. Camps, Fabra, Matas, Bárcenas? Todos, excepto Camps (desprestigiado hasta la médula), en la cárcel o a punto de ingresar. ¿Recuerdan ustedes? "Nadie podrá probar que no son inocentes" (bueno, lo que el presidente dijo en realidad fue: "Nadie prodá pobrar...". Significa que se trabucó, como si un sexto sentido le advirtiera de que estaba llegando demasiado lejos. A las dudas sobre la pronunciación se añadió enseguida el desorden sintáctico ("que no son inocentes"). Ese "no", después del "nadie", y dado que dos negaciones afirman, provocaba cierta confusión mental en quienes permanecíamos a la escucha. A ver, ¿eran inocentes o no? Parece que no. En el momento de escribir estas líneas, con Matas y Fabra a dos pasos de la penitenciaría después de mil aplazamientos, retrasos, prórrogas y solicitudes de indulto, no se ha escuchado ninguna voz autorizada del PP que condenara los modelos de comportamiento elegidos por su jefe. Miento: Martínez Pujalte ha hablado de Fabra para reafirmarse en el cariño que le profesa. "Tendrá siempre mi amistad", ha dicho en la tele.

Es verdad, como suele predicarse, que la mayoría de los políticos son gente honrada. Dicho así, resulta estimulante porque a cada nuevo caso le damos la consideración de un hecho aislado. Sin embargo, lo cierto es que un político honrado puede trabajar para un sistema corrupto. Y esa es la pregunta, si la corrupción, dado el panorama general, está infiltrada en los vasos sanguíneos del sistema. Si el problema, en otras palabras, está dentro y no en la superficie. Dicen los expertos que cuando la carcoma aparece, la viga, por dentro, está completamente corrompida. La carcoma no deja de aparecer (¡qué escándalo también, por cierto, lo de la UGT de Andalucía!). La mayoría de los políticos son honrados, como la mayoría de los empleados de Caixa Catalunya eran honestos. Pero resulta que los empleados honestos estaban vendiendo ese producto tóxico, de nombre "preferente", a miles de ciudadanos vírgenes. El problema, pues, estaba dentro, en el tuétano, en el meollo. ¿De dónde, cabe preguntarse, viene tanta corrupción política, de los intestinos del sistema o de su piel?