El 23 de enero es una de las fechas clave del calendario de nuestra ciudad. El hecho de conservarse en nuestra ciudad sus restos no son sino una muestra más de los avatares de nuestra historia. Arzobispo de Toledo, sus obras constituyen una de las aportaciones más importantes de aquellos lejanos siglos y serán los acontecimientos desatados en el 711, con la invasión musulmana, la que haga que sus restos se pongan a salvo al norte del Duero, cuando agonizaba el siglo IX y se veían sobre el horizonte los primeros resplandores del X. Todo bajo la guarda y la custodia de la mozarabía toledana que viene a refugiarse tras el foso del Duero y va a llenar los espacios vacíos junto al río y principalmente a lo largo del valle del Valderaduey, cuya toponimia nos lo recuerda a cada paso. Los restos del santo arzobispo van a convertirse en una de las joyas espirituales de la ciudad fortaleza más importante de los reinos cristianos, la Sammura árabe. Quedan los restos de San Ildefonso en la iglesia de Santa Leocadia, como no podía ser menos viniendo de donde venían, descansando hasta su exaltación, en 1260. Y como suele ocurrir siempre en los grandes acontecimientos, la poesía, la historia y la leyenda se entremezclan de tan forma que muchas veces conviene no separarlas para evitar saltos difíciles de entender sin su presencia. Y larga y constante es la lucha por recuperar la ciudad imperial los restos de su santo arzobispo y no menos larga, dura y decidida la de la ciudad que lo acogió, en sus momentos de crisis y de peligro, para retenerlos y conservarlos. La historia es conocida por todos y la iglesia levantada sobre el solar de la de Santa Leocadia, en el románico de la época, sufrirá las influencias del gótico y tres siglos más tarde las del barroco, como consecuencia de sus valores de lo que significaba para la ciudad conservando su capilla mayor los santos restos del arzobispo toledano y del primer obispo zamorano, San Atilano. Esta iglesia dedicada a San Pedro ha sido siempre centro de toda celebración extraordinaria por los más variados motivos. Larga es la bibliografía sobre San Ildefonso y sus obras. Y hoy con motivo de su cercana festividad y recordando a los celosos guardadores de sus restos vamos a recordar una obra no muy conocida.

La obra, que ronda las cuatrocientas páginas, nos deja leer en la portadilla: "San Ildefonso defendido y declarado. Cuatro libros en defensa de sus reliquias y doctrina, de la razón con que retiene su santo cuerpo la ciudad de Zamora, y respuesta a lo que varios autores oponen a sus efectos. Dedicados al mismo gloriosísimo doctor San Ildefonso. Por el presentado Fray Alonso Vázquez de Miranda de la Orden de Nuestra Señora de la Merced. Redención de Cautivos. Año 1625. Con Privilegio. En Alcalá en Casa de Juan de Orduña impresor de la V".

El libro tiene privilegio por diez años para que nadie pueda imprimirlo y se intitula "Defensa de las reliquias y doctrina del glorioso San Ildefonso y la disparata del sitio de Sumancia". El privilegio está dado en la villa de Madrid a 15 de noviembre de 1623.

El libro, al estilo de la época, lleva la tasación de cuatro maravedís el pliego en papel de que dio fe Pedro Monte Mayor, de la Cámara del Rey, en Madrid a 24 de abril de 1625.

La obra está dividida en cuatro capítulos o libros. El primero trata de la translación de las reliquias; el segundo de la invención del cuerpo; el tercero y cuarto de las reliquias y doctrina. Un recuerdo a Fray Alonso Vázquez de Miranda, dos apellidos por otra parte muy corrientes por estas tierras, en la víspera de semejante festividad, puede ser siempre una aportación más a recordar cosas que nunca deben olvidarse.