Con el nuevo año, Muelas del Pan comienza a poner orden en ese patrimonio escondido en los viejos arcones de salas y sobrados, y que constituye un valor en todo lo que ha sido la vida en el mundo rural y cómo ha evolucionado; a veces en la soledad y en el abandono más descarado por quienes desde el poder sólo contaban con él a la hora de pagar impuestos o de hacer las listas de reemplazo correspondiente. Pero Muelas ha guardado, junto a su topónimo y asentado sobre ese rincón que forman los dos grandes ríos de estas tierras, detalles que nos llevan a evocar un tiempo que rebasa el milenio de su historia. Los restos del castro donde se asienta la ermita del Santo Cristo cuenta más milenios. Pero hoy nos vamos a acercar en el tiempo mucho más y lo vamos a hacer después de la invasión de los bereberes en el 711 y sobre todo en los siglos IX y X en los que, como consecuencia de la renovación de mozárabes a partir del 893, estas tierras de un lado y otro de la ciudad están, de manera periódica unas veces y otras de manera más permanente, bajo la influencia y el dominio de los musulmanes. Y es aquí donde queremos llegar, porque Muelas va a inaugurar el Museo dedicado entre otras cosas a su célebre alfar, ese que, con otro también al Norte del Duero, ha conservado las formas más interesantes, significativas y definitorias de lo que fue la cerámica popular árabe a lo largo de su ocupación y permanencia formando parte de nuestra cultura tradicional hasta su desaparición definitiva en la primera mitad del pasado siglo. Muelas y Moveros han conservado con una pureza indiscutible las características más destacadas que la definen con una claridad digna de ser tenida en cuenta. Si Moveros ha sobrevivido a las corrientes e influencias exteriores hasta nuestros días con sus distintas formas, Muelas sufrió el gran choque con la llegada de las grandes obras hidráulicas y nos queda el recuerdo casi romántico del Tío Rey, cuyo horno ha sido reproducido en alguna obra sobre alfares desaparecidos, emplazado en una cortina junto al camino de Muelas a Villaseco. Alguna fotografía de esa época citada nos recuerda el alfar con su torno y una larga serie de piezas allí producidas. Sin duda, desde Muelas pasando por Ricobayo, Villaseco y Almaraz principalmente, estoy seguro que aún quedan en algunos sobraos piezas procedente del alfar de Muelas.

Cuando hace algunos años se iniciaron los estudios arqueológicos de la ciudad hispano musulmana de vascos, tierras de Talavera, los fragmentos de cerámica encontrados, bordes, asas, formas, color y un sinfín de detalles te dan la sensación de encontrarte con restos de cerámica de Moveros o Muelas, y nos encontramos con una cerámica puramente árabe.

El Museo de Muelas será un eslabón importante a la hora de seguir todo el proceso de siglos de influencia de la cultura árabe y de su evolución hasta su final, no solo en el alfar, sino en multitud de detalles y restos de costumbres. Alfarería e indumentaria, que en tantos casos se complementan, contribuyen a dar una visión definida de una época, como lo dan la cocina, las costumbres, los juegos y hasta los instrumentos que han sido desplazados por la constante evolución de la técnica, de las costumbres sociales y del imparable progreso. Muelas, anclada al progreso y apoyada sobre

un rico asiento cultural, nos va a ofrecer un testimonio

de su pasado, que también es el nuestro. Adelante, enhorabuena y que sea un ejemplo

a seguir.