Yo creo que toda Zamora está Tras os Montes. La realidad es que los mercados de Zamora a Tras os Montes, que ha fotografiado Carmelo Calvo y que se exponen en la iglesia de la Encarnación, pertenecen a una geografía social común. Es la geología cultural del Oeste del Edén. Quiero llamarla así porque para mí Tras os Montes es el reino de la humildad, el comercio de la pobreza.

André Gide en su clarividente estudio crítico sobre la persona y la obra de Dostoiesky, al enjuiciar al pueblo ruso, en su tiempo, diferencia la humildad de la humillación. La humillación lesiona, la humildad santifica; la humildad abre las puertas del Paraíso; la humillación, las del Infierno. La vida humilde es la nota característica de los pueblos del territorio de Tras os Montes extendidos a la sombra de la Sierra de Marao y la Sierra de la Culebra, a donde va Juan Francisco Muñoz, el hijo del redactor de "El Correo de Zamora", Paco Muñoz, a buscar setas, y de pronto se encontrará con la extraña flor azul, -acaso el "geranium" alpino, ya en las nieves del Este del Edén-. Yo, con Felisa Hernández, nos limitábamos a comprar berros por Mogadouro.

Las fotografías de Carmelo Calvo componen una cadena adorable de puestos callejeros que va de Zamora a Tras os Montes, pasando por Benavente, Bermillo, Braganza, el Puente de Sanabria, Fuentesaúco, Fermoselle, Mogadouro, San Vitero, Toro o Vimioso, puestos de venta de ropa pasada de moda, zapatos no a la medida, cachivaches, maletas sin ruedas, cencerros, usos de los suelos ácidos, la cadena de rostro humano de los "pequeños almacenes" de los que ya quedan pocos, los viejos "Ultramarinos" de las cubas de escabeche, del bacalao y el palo de regaliz; suplantados, en algunos casos, alevosamente, por las grandes superficies. Grandes superficies y pequeños comercios son necesarios, porque la población humana es una diversidad, y los que tienen menos cada vez son más.

Recuerdo el otoño anochecido, ya de cara a las fauces del lobo del invierno, mi llegada a la ciudad más alta de Portugal, a Mirandela. Yo iba de Zamora y pensaba que regresaba a mí mismo. Para recordarme he vuelto a repasar las páginas de "La mirada del pueblo", las fotografías antropológicas de Máximo Pelayo Arribas, editado por la Biblioteca Cultural Tradicional Zamorana, y en los atónitos ojos de los desolados rapaces, he reconocido los ojos de irreales hermanos míos, pisando la misma tierra desolada, cuyo subsuelo sigue siendo otro mundo. Yo, con el libro de Miguel Torga en la mano, he subido a la Torre dos Ferreiros para imaginar a Julio César pensativo antes de asaltar el "Lancia Oppidum", y, al llegar la noche, no he podido dejar de pensar en el "lupus in fabula" de Cicerón aullando nocturno en la imaginación popular. Todavía van llegando las chegas de bueyes por los caminos bajo las encinas sempiternas del Portugal del granito místico en el que se sigue oyendo la música a palo seco de "os paliteiros". Y luego, si viene a cuento, pediremos una "posta a mirandesa". Conservo de Tras os Montes la memoria de los lentos silencios de los magnolios de Pedras Salgadas y la luz de la vida y la muerte en los ojos retratados por Máximo Pelayo Arribas, ya que la vida no es sino la muerte que va llegando hora tras hora. "O morte se momenta en ´La mirada del pueblo´, estaba deitado sobre sobre la cama con as mãos entrelaçadas e com un rosãrio entre os dedos".