La tragedia de Guadalajara me ha afectado más porque por esas tierras pasé los siete primeros años de mi hoja de servicios rodeado de sabinas, enebros y pinares donde se escondían, dando sustos de cuando en cuando, las últimas Partida de Maquis. De ahí que esa tragedia me haya llegado más hondo por haber vivido y recorrido en una época en la que cualquiera de esos lugares rebosaban de vida y de esperanza.

Pero estoy convencido que en esta tierra nuestra todo es posible. Aquí vamos delante primero con el despacho, creamos la burocracia, eso sí con toda clase de beneficios, de canonjías y de prebendas, y después, según vayan discurriendo los hechos y surjan las catástrofes y las tragedias, vamos improvisando las soluciones, esa improvisación que es uno de los pecados capitales de casi toda nuestra vida social, pública y como tal política. La improvisación, cuando hay conocimientos, decisión y genio, puede ser una solución, pero la improvisación como sistema y de eso somos auténticos maestros, puede llegar a ser hasta un auténtico crimen.

La naturaleza tiene sus leyes y no es desde el despacho o desde el aire desde donde se resuelven los problemas que surgen o se cumplen esas leyes. Hace falta estar a pie de obra, conocer el medio, estudiarlo y serena y sensatamente planificar las soluciones.

La mayoría de los términos de muchos lugares, de tierras marginales de distintas clases y de arbolado han quedado sin cultivar y el matorral corre a ocuparlo con lo cual se han extendido por centenares de miles de hectáreas antes cultivadas el monte y los pastos en los que la repoblación avanza a su ritmo natural, sin que se hayan tomado medida alguna para controlar esos espacios naturales que son materia fácil de estos episodios de incendios forestales tan frecuentes.

Además están las grandes extensiones de arbolado, donde la planificación y el estudio de cortafuegos, y su trazado, custodia y cuidado no se ven por parte alguna. Ni siquiera las carreteras de enlace interior entre núcleos se han tratado como tales adecuándolas a tan necesario como urgente servicio. Y en esos centenares de miles de hectáreas de toda la geografía de España que deberían constituir un estudio y un trazado de auténtico libro se pierde la batalla del fuego aún a pesar de esos medios espectaculares, de un modernismo atroz, precisamente del que no entiende la naturaleza que necesita la mano de obra cercana, directa y como tal eficaz al máximo.

Hace falta una parcelación adecuada y las brigadas correspondientes, que tampoco es tan difícil calcularlas y hace falta a lo largo de todo el año mantener en perfecto estado de revista esos cordones vitales que son los cortafuegos. Así se evitarían esas tragedias con vidas humanas y también las pérdidas materiales aunque seguro estoy que los pícaros y los carroñeros de la suerte no tardarán en aparecer sobre el horizonte, porque eso también forma parte de la flora y de la fauna de nuestros bosques.

Aquí muy cerca, lo de Vega de Nuez no es ni más ni menos que un episodio más de los muchos que pueden darse en cualquier momento, y en el origen siempre igual: matorral y monte bajo, como si el árbol adulto, la encina centenaria o el roble o el castaño aparecieran como tales en una noche de aquelarres burocráticos. No, señores, el árbol fue plantado y cuidado o fue matorral. Y arreglado y cuidado con cierto mimo, porque era una fuente de combustible de frutos o de madera y esos miles de hectáreas de matorral y monte bajo no llegarán a ser árboles adultos si las llamas los visitan, según las circunstancias, cada pocos años.

Cuando la burocracia cree esos miles y miles de puestos de trabajo preparados de manera adecuada y dedicados al cuidado de nuestros bosques y zonas arboladas como profesión y fuente de empleo entonces comenzaremos a entender cómo en los Vosgos y en la Selva Negra nacieron los Verdes protestando por el trato que a sus bosques daban tropas de ocupación con sus modernos medios, arrasando todo. Allí era el progreso y la técnica, aquí, como somos más primitivos es el fuego, más romántico y eficaz para arrasar si a la vez no se llevara por delante vidas humanas. Seguimos siendo los de siempre y como siempre. Vamos a ver cuándo comenzaremos a cambiar, señores de la burocracia.