Vivienda

Crónica de una pesadilla aceptada: buscar una habitación en las grandes ciudades españolas

Según los últimos cálculos del Observatorio de Emancipación, la vivienda ha ocupado el 93'3% del salario medio de los jóvenes españoles en 2023

Un habitación en alquiler en un piso del Eixample de habitaciones, por 1.000 euros, anunciada en Idealista.

Un habitación en alquiler en un piso del Eixample de habitaciones, por 1.000 euros, anunciada en Idealista. / Idealista

Clara Nuño

"Se alquila PRECIOSO y acogedor apartamento, reformado y muy bien ubicado". Las fotos están borrosas, los azulejos son de, por lo menos, los años cincuenta y las ventanas se intuyen altas y estrechas. Tienen barrotes. Es un bajo de cuarenta metros cuadrados en el que, si levantas la vista, puedes ver los pies de quienes caminan por la acera. En función del tipo de calzado podrás saber si hace frío o calor. O si necesitas salir de casa con un paraguas. La luz solar lo que es llegar no llega, pero tampoco es imprescindible, que te quema la piel y se refleja en la pantalla de la tele cuando quieras ver una película. Ese fue el argumento, sonrisa amplia y ademán despreocupado, de la potencial casera cuando fui a visitarlo. Ella, me dijo, vive en un chalet en Las Rozas de Madrid.

El precio había decidido establecerlo en 1.200 euros al mes sin gastos y el mobiliario era una mezcla entre los anaqueles heredados de su tía abuela y el catálogo en oferta del Ikea. Ecléctico. La fianza, de dos meses. No admitía parejas ni mascotas, pero a cambio se podía fumar. A tan sólo 50 minutos de Atocha en cercanías. Una ganga según la propietaria.

Aquel apartamento fue el primero de la peregrinación con la que he recorrido Madrid en el último mes. Una mudanza por trabajo y un perfil corriente; chica, 27 años, sueldo estándar. Un infierno económico, sazonado con escenas de insalubridad, aceptado como norma en el imaginario colectivo español cuando se pone la mirada en las grandes urbes. "Es lo que hay", como respuesta generalizada ante los suspiros, las quejas, la frustración. Como mínimo, en la actualidad en la capital española se pagan 450 euros al mes por una habitación en un piso compartido. Una habitación.

La aquí descrita es una escena habitual del mercado inmobiliario nacional, pero que no cierra sus fronteras ahí. El acceso a la vivienda y la especulación con la misma es la tónica en buena parte de Europa. Según los datos que la plataforma de alquiler HousingAnywhere International ofrecía en septiembre, los precios se han disparado en todo el continente en el segundo semestre de 2023, con especial incidencia en las habitaciones. Cuatro paredes, una cama, un armario y, con suerte, una mesilla de noche, a precio de oro.

Un asunto que está en el centro de la conversación informal en internet y en los grupos de amigos españoles, pero que aún continua opacado en la agenda política. De refilón, sin hacer mucho ruido, apenas algunos mensajes como el de la nueva Ministra de Vivienda, Isabel Rodríguez, quien aseguró en su toma de posesión que protegería a los pequeños propietarios. Ella percibe 5.130 al año por arrendamientos según su última declaración de Bienes y Rentas. Propietaria chica.

El de las casas y sus ausencias es el ruido de fondo que va subiendo el volumen como el zumbido de las chicharras en verano; comidas familiares, con los amigos, en el trabajo. Y fue ahí, sentada frente al ordenador cuando, al describir mi reciente periplo en busca de un hogar, en El Periódico de España me pidieron una crónica en primera persona. Este, lector, es mi viajeEl mismo que cada día transitan muchos otros.

Forzar una sonrisa mientras te describen cómo van a desguazar tu cuenta corriente. Esa ha sido la principal actividad en el último mes. "Son 500 euros y no puedes traer amigos", gesto comprensivo de mi parte, "¿te quedas los fines de semana en casa?, es que nos gusta estar tranquilos y solos (420 euros más gastos)", "sí, sé que trabajas pero necesito un aval de tus padres, ya sabes, por los impagos y eso (530 euros con vistas a un patio de luces)", asentimiento bovino, "¿podrías facilitarnos tus últimas nóminas y la actividad laboral del año pasado?, se lo pedimos a todo el mundo", responde enseñando todos los dientes y achicando los ojos. Faltaría más, claro. Aquí tienes mi sangre, bébetela toda.

Al principio, los primeros días, cuando todavía no me tiembla el párpado de cansancio y rabia, pienso en vivir sola. O en compartir un apartamento con algún ser querido que se entusiasma al saber que vuelvo a vivir en su ciudad. Un barrido por idealista deshace la ensoñación: 900 euros al mes es lo más barato que ofrece el mercado y entre su no demasiado amplio abanico de gangas me encuentro un baño con moho, una buhardilla en la que no quepo de pie, un apartamento con 'cagaducha' incorporado -dícese de aquellos servicios en los que el plato de ducha (en ocasiones poco más que un agujero en el suelo) está tan cerca del váter que puedes aprovechar para hacer de vientre y asearte al mismo tiempo. Optimizar los espacios lo llaman-, una cocina sin campana extractora y un piso sin persianas. ¡Sin persianas!, "ni que fuéramos centro europeos", me sonrío pensando en los apartamentos de los amigos emigrados. La diferencia es que aquellos eran bonitos.

No puedo pagar eso, no quiero pagar por eso. Así que mi única opción han sido las habitaciones. Según los datos del último informe del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España, "el precio mediano del alquiler en el primer semestre de 2023 es el más alto desde que existen registros: 944 euros al mes". Además, el precio se encareció un 9,3% con respecto a un año antes y un 63,9% con respecto al precio que tenían las viviendas de alquiler diez años atrás. Por su parte, las habitaciones se han encarecido un 7,1 % en el último año.

Continuemos con los datos, ya sé cuanto cuesta alquilarse un techo en una ciudad grande como Madrid -aunque ciudades medianas como Valladolid, León o Segovia van a la zaga con los precios. Nadie se salva del afán especulativo-, hablemos ahora del salario, de cuánto dinero ganamos quienes buscamos un alquiler.

Según los datos del mismo informe, publicado el 16 de enero de 2024, en nueve de las 17 comunidades autónomas el salario neto medio de una persona joven es de menos de 1.000 euros al mes en 12 pagas. Además, en tan solo seis comunidades autónomas este salario mediano joven superaba el salario mínimo de 2023. Vaya. Y todo esto mientras el alquiler mediano de una vivienda en España se disparaba: en seis comunidades autónomas ni siquiera dedicando el 100 % de su sueldo una persona joven que cobrara el salario mediano podía alquilar una vivienda en solitario. Esto, sumado al gran incremento en el precio de los suministros, ha hecho que para una persona joven sea casi imposible emanciparse en solitario independientemente de su lugar de residencia.

El mismo informe concluye que, si el alquiler medio de una vivienda libre son los 944 euros mensuales ya mencionados, esto supone el 93,9% del salario más frecuente entre los jóvenes. Si a esto le sumamos el gasto mediano de los suministros de una vivienda, de 138,12 euros al mes, el precio de un alquiler en solitario junto los gastos de luz, gas y otros suministros sumaría 1.082,12 euros mensuales. Es decir, el estudio concluye que a una persona joven le faltarían 76,9 euros para poder vivir sola. Eso sin contar con que quizá, además, alguien quiera vivir. Disfrutar un poco. E ir al cine, salir a cenar con tus amigos o comprarte ropa también cuesta dinero.

Decíamos que me decidí -me dije a mí misma como si tuviera otra opción- por la habitación compartida. Total, con los datos en la mano apenas me va a suponer en torno al 30% de mi salario mensual. Peccata minuta. Y encontré varias en las que pensé que no me iba a morir de pena, así que les di el sí quiero, sólo faltaba que ellas me lo dieran a mí.

Esa es la última fase de la gymcana: los castings. La demanda es tan amplia que el arrendador puede elegir perfiles como si fuera una cita Tinder. Tienes que conquistar con tu increíble simpatía, belleza e inteligencia a la persona que tienes en frente para que te deje pagarle una pasta por cuatro paredes donde dormir.

Al final lo conseguí, con agujetas en la cara de tanto sonreír cuando en realidad deseaba liarme a (metafóricos) machetazos. Tengo un lugar. Pago casi 500 euros por una habitación en un tercero sin ascensor y convivo con un lagarto que parece iguana pero no es iguana. Se llama Isis, como la diosa egipcia, y por las mañanas me mira desde su terrario de cristal. Demasiado pequeño para su cuerpo grande. A veces intenta escapar, araña con sus patitas su cárcel transparente. Trepa y se resbala una y otra y otra vez. Después se cansa y queda quieta durante horas, parece una estatua. Yo la miro y la comprendo. Las dos queremos una casa linda. Una casa digna. Nada más.