En el 45 aniversario de la muerte de Justo Alejo

El 11 de enero de 1979 el poeta sayagués de Formariz se arrojaba desde una de las más de mil doscientas ventanas del Ministerio del Ejército del Aire

El mejor homenaje que sus paisanos sayagueses y zamoranos podemos tributarle es poner en valor y difundir su obra

Silvia Herbert, viuda del poeta, recibe de manos de José Martín Barrigós un retrato. obra del pintor José Gaspar Martín, en el 80 aniversario de su nacimiento, septiembre de 2015

Silvia Herbert, viuda del poeta, recibe de manos de José Martín Barrigós un retrato. obra del pintor José Gaspar Martín, en el 80 aniversario de su nacimiento, septiembre de 2015 / Miguel Herbert

José Martín Barrigós

Hoy se cumplen 45 años de la trágica muerte del poeta sayagués de Formariz, en la ambulancia que le trasladaba desde el edificio del antiguo Ministerio del Ejército del Aire, en la madrileña plaza de la Moncloa, hasta el hoy desaparecido Hospital Militar del Aire, en la calle de Arturo Soria. Era el jueves 11 de enero de 1979.

Al arrojarse desde una las más de mil doscientas ventanas del cuarto piso del edificio y estrellarse contra el enlosado de uno de sus patios interiores, el hilo de vida que le restaba no alcanzó para que los médicos pudieran intentar recomponer su cuerpo despanzurrado y exangüe.

Pasaba así, el brigada Justo Alejo Arenal, psicólogo del Servicio psicotécnico de dicho Ministerio y poeta vanguardista, a figurar en la larga nómina de los poetas suicidas de todos los tiempos y lugares, desde Safo de Lesbos (580 a. C.) a Xu Lizhi (2014).

Oficio cursado por el Juez  militar encargado de instruir las diligencias por la muerte de Justo Alejo al General Jefe de la División de Personal del Cuartel General del Aire

Oficio cursado por el Juez militar encargado de instruir las diligencias por la muerte de Justo Alejo al General Jefe de la División de Personal del Cuartel General del Aire / J. M. B.

Hasta hoy, que yo sepa, nadie ha podido acceder todavía al sumario de las actuaciones judiciales de tan sobrecogedor suceso. El único vestigio, hasta ahora hecho público, es el oficio que tuve la fortuna de hallar entre los documentos de su hoja de servicios, cuando la pude consultar en el Archivo Histórico del Ejército de Aire y del Espacio, en el castillo de Villaviciosa de Odón (Madrid).

Al menos, por este hallazgo podemos tener las referencias del Juzgado que instruyó el hecho (Juzgado Permanente nº 1 de la primera región aérea), el número 1013/79 de sus diligencias previas y el nombre del juez instructor (Coronel Darío Marote Gómez). Datos que dejo a disposición de los futuros investigadores interesados

En la biografía de nuestro poeta, debería quedar confirmado oficialmente su suicidio, pues no todos los que buscan datos sobre el luctuoso episodio que hoy conmemoramos lo reconocen como cierto. Algunos estiman, y dignas de consideración son las sospechas en que se fundan, que no fue voluntaria la caída fatal de su deceso.

La piedra que señala el lugar en el campo  de Formariz de Sayago donde fueron arrojadas las cenizas del poeta

La piedra que señala el lugar en el campo de Formariz de Sayago donde fueron arrojadas las cenizas del poeta / J. M. B.

Lamentablemente, pocas dudas nos quedan a los que hemos tenido acceso a sus últimas cartas (publicadas en francés en el libro Les racines du manque (Editions Illador, 2009), del que es autora su amante Anne-Marie Bernard. Las más significativas al respecto: una a su más íntimo amigo, el médico vallisoletano Ramón Torío y otra a los miembros de la cooperativa lechera que en Aliste había creado para sus amigos de Flechas y de Mahíde. Hechos a los que podemos añadir algunos versos propios de concluyente significación: "reventado de soledad y hastío" u "obrero que caíste, sin alas, desde el piso /cuarto de este edificio. / Hermano, estás bien muerto y nadie te recuerda". Y en un diario autógrafo e inédito del año 1958 que guarda un familiar, ya escribió: "He tenido una ligera febrícula. Pienso con temor si volveré a reincidir en esa pleuresía antigua y [palabra ilegible] en algo espantoso… Corren por el pensamiento algunas ideas sobre el suicidio…".

Al recordarlo en este día, el mejor homenaje que sus paisanos sayagueses y zamoranos podemos tributarle es poner en valor y difundir su obra, pues, como bien ha escrito Antonio Piedra, "Justo Alejo es un gran poeta, y recordarlo una obligación". Su obra es singular, creativa y rompedora, pues, como ya he dejado escrito en el capítulo a él dedicado en mi libro Mítico Sayago: "Nos hallamos ante una fuerza creadora de múltiples matices expresivos y finos registros de sensibilidad y resonancia líricas... ¡Hasta las más manidas voces o palabras las re-crea Justo Alejo haciéndolas sonar o aparecer escritas absolutamente reinventadas y trascendiendo su entidad gramatical o su grafía para sugerir nuevos significados!". Una originalidad de la que fue pionero en las letras hispanas.

El año que viene, se cumplirá el 90 aniversario de su nacimiento y en Sayago ya hemos comenzado a tratar de convencer a los actuales gestores de la cultura y del presupuesto para actos de su naturaleza, que hay que hacerle el homenaje que le corresponde y que sus antecesores en los cargos le negaron en el 2015, en su octogésimo aniversario. A la sazón, unos pocos nos desgañitamos por pregonar los méritos que a él nunca le hubiera gustado que ponderáramos: que es grande y debe figurar entre los grandes de las letras hispanas. Pero ni caso.

Así pues, ahora, nos corresponde anunciar que retomamos la peregrinación por despachos y dependencias oficiales para insistir en el mismo mensaje: Sayago y Zamora, entre sus bienes culturales de relevancia tienen un poeta cuya obra, en opinión de un plantel distinguido de eruditos, tiene valía como para que se le conceda justamente un descollante puesto entre los eminentes.

Creámoslo todos y obremos en consecuencia.

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