El rincón sanabrés que enamoró a Michel Henry

El autor repara su tejado.

El autor repara su tejado. / M. H. B.

Félix Rodríguez Lozano

El parisino, doctor economista de talla internacional, autor de varios libros de consulta obligada en el ámbito de la economía y la deuda de países con desarrollo precario, lleva vinculado con Zamora desde hace más de medio siglo, especialmente a través de su casa en Ribadelago Viejo, de infinidad de amigos, y del flamenco. Ahora nos deleita con un nuevo libro en forma de novela naturalista ambientado en Ribadelago (Valdelago) poco después de la catástrofe. Aquí van algunas de sus declaraciones para intentar acercarnos más a su persona y a la relación con nuestra tierra.

Con vecinos de Rivadelago| M. H. B.

Con vecinos de Rivadelago| M. H. B. / Félix Rodríguez Lozano

–¿Cuándo llegaste a Zamora por primera vez, y qué edad tenías en ese momento?

Michel Henry Bouchet en primera persona

Michel Henry Bouchet en primera persona / Félix Rodríguez Lozano

–Llegué siendo adolescente, tenía como 15 años, siete años antes de la muerte de Franco, y empecé una relación apasionada con esta ciudad que, entre sus murallas doradas y el Puente de Piedra, acabó poniendo en duda el mundo que la rodea.

Michel Henry Bouchet en primera persona

Michel Henry Bouchet en primera persona / Félix Rodríguez Lozano

–¿Cómo lo hiciste y dónde te hospedaste por vez primera?

Michel Henry Bouchet en primera persona

Michel Henry Bouchet en primera persona / Félix Rodríguez Lozano

– En 1967 fue el inicio de un programa de viaje escolar a Zamora desde la ciudad de Le Mans (¡Nunca entendí como estando escolarizado en Paris pude hacer este viaje académico!) y resultó el inicio de un doble choque emocional y cultural. El programa estaba organizado por D. Herminio Ramos que se volvió un amigo íntimo hasta la fecha. Estuve alojado en el barrio de San José Obrero, en el piso de un matrimonio mayor, muy modestos, que, al no tener hijos, me adoptaron con mucho cariño. Y al verme siempre con un libro en las manos (descubría a Machado, Lorca Unamuno, Ortega y Gasset, y también a García Calvo) me propusieron durante un fin de semana, visitar la estación y, enseguida, pasar el día “en El Lago”. La visita resultó un tremendo choque al descubrir este mundo cerrado, rodeado por una belleza a veces brutal, una intensidad de emociones tremenda, y una autenticidad de relaciones sin adornos, pero confiadas. Pocos años después, compré una casa al lado del campanario de Ribadelago “El Viejo”. Y cuando tenía dieciocho años, me incorporé a la cofradía de Jesús Nazareno, la del Viernes Santo, por la mañana. Hasta hoy. En resumen, una triple afición por Zamora: el Románico, la Semana Santa y el Flamenco.

Michel Henry Bouchet en primera persona

Michel Henry Bouchet en primera persona / Félix Rodríguez Lozano

–¿Qué fue lo que te enamoró de Sanabria?

Michel Henry Bouchet en primera persona

Michel Henry Bouchet en primera persona / Félix Rodríguez Lozano

–Descubrí Ribadelago poco más de una década después de la catástrofe de la presa de Vega de Tera. En los años 70, era todavía una herida abierta como la brecha de la presa, era un traumatismo a la vez agudo y profundo. Vi y profundicé en los testimonios gráficos y literarios de Ángel Quintas, de López Heptener, y de Luis Cortés Vázquez, también admiré los cuadros de mis amigos Antonio Pedrero, Ricardo Novoa, Agustín Renilla… Pronto, recibí una copia de la película entera del NODO de la catástrofe que me dio mi amigo Jaime López Krahe. Entre estudios y viajes profesionales, me puse a vivir en mi casa del campanario. Y a escribir cuentos, historias, y mi novela. Vivir en Ribadelago en los años 70 ha sido una experiencia sin precedentes. Era el fin del mundo. Y en el año 59 había sido el fin de un mundo. Para mí, lo que llamo en la novela “Valdelago”, es un núcleo de vida en un espacio remoto que condensa todos los elementos de la existencia humana, desgracia y felicidad ¡pero de manera concentrada! Lo que mi amigo Tomás Sánchez llama “el remordimiento atávico”. No soy un Fritz Krüger moderno, ni mucho menos. Pero apliqué el método del filólogo alemán durante sus viajes a Sanabria entre 1921 y 1925, es decir escuchar a la gente, compartir la vida de los vecinos, y observar “cosas y palabras”, ¡exactamente como lo propone Krüger!

–¿Estabas estudiando en ese momento, o ya habías terminado la carrera? ¿Dónde y cómo iniciaste tus estudios? Y, en definitiva, ¿Cual fue tu experiencia universitaria?

–Mientras me enamoré de Zamora y de Sanabria, yo estaba estudiando, primero en Paris, y luego en Estados Unidos lo que no facilitaba mi apego a la comarca sanabresa. Obtuve un Master en la universidad de Paris en Economía, pero también en Filosofía, y otro Master en el Instituto de Ciencias Políticas, y por suerte obtuve una beca para seguir en América, con otro Master en Economía y un Doctorado en Asuntos Internacionales. Mi carrera que empezó en las finanzas internacionales, con el problema de la deuda soberana, ha sido y todavía es muy “globalizada” afecta a todo el mundo. Aunque yo trabajaba entonces entre Washington, Chile, Vietnam, y Suráfrica, he podido vivir en Ribadelago varios meses cada año hasta hoy, más o menos durante cincuenta años, Navidad, Pascua y verano, a menudo trabajando con la gente, a la hierba como dicen, y para la matanza durante el invierno. Sin pretensión ninguna, he trabajado en unos cinco continentes, y encontré en Ribadelago un anclaje, un arraigo: La Cuna. Allí, y sin caer en un misticismo de adolescente, cada uno siente lo mismo que lo que sintió don Miguel en junio del año 30 frente al Lago, lo que yo llamaría: “el murmullo persistente de una pregunta íntima dentro del silencio insensible del mundo”.

–La Sorbona y el Barrio Latino, el maravilloso magma para que se produjera la revolución cultural más importante del siglo XX, y una de las determinantes de la historia de la humanidad: El Mayo Francés del 68. Como consecuencia de ello, en plena dictadura en España, tuvieron que exiliarse, un zamorano de pro, Agustín García Calvo, junto con José Luis López Aranguren y Enrique Tierno Galván, casi nada. ¡Vaya triunvirato!

–Pues, vivir en exilio y cruzar los Pirineos para los zamoranos empezó con Baltasar Lobo en 1939, huyendo del franquismo y del aire “cargado de pólvora y de guerra”. Y desde su creación, participo modestamente en la Asociación de los Amigos de Baltasar Lobo que intenta estoicamente promover un gran museo de arte contemporáneo para acoger la obra de este magnífico (e inadecuadamente valorizado) escultor.

–A nivel profesional has ocupado puestos de alta relevancia en el Banco Mundial y en la banca internacional ¿Cómo fue esta experiencia?

– Pues creo que mi apego a Zamora y a Sanabria me ha ayudado a mantener los pies en el suelo. Durante el invierno helado de Ribadelago, sentado a la lumbre, el mundo entero se reduce a la leña y a las castañas asadas, ¡y a la amistad! ¡Toda mi vida profesional ha sido orientada hacia la deuda soberana de los países, pero yo asumo una gran deuda con muchas personas, en Zamora tal como en Sanabria!

– Posteriormente Skema Business School te propuso la dirección del famoso Master en Finanzas ¿Cuáles son tus competencias y ámbitos territoriales?

–Es una Escuela global, con seis campus en el mundo, personalmente fundé el de China y el de Suráfrica. La meta para mí, en este Master que es el tercer más notorio del mundo, es compartir mi experiencia con la ida y vuelta entre “los mercados” y el entorno académico, es decir, intento ayudar a los estudiantes que luego van a ocupar cargos de gran importancia, a no olvidarse nunca de las consecuencias sociales que las finanzas pueden deparar, así también a enfocar la “buena gobernanza”, es decir la dimensión ética sin la cual los mercados se vuelven casinos de especulación y de corrupción….

– Actualmente vives en Condom y visitas con muchísima frecuencia Zamora, tu gran ciudad adoptiva y emocional, también mantienes tu casa de Ribadelago “La Cuna”.

– Seguimos cuidando la casa de Ribadelago en donde nuestros hijos, Sarah y Max, pasaron toda su juventud. Después de la pandemia, nos alegramos volver a “La Cuna”. Y la acogida tan afectuosa y amigable de la novela Valdelago. El aforo completo en la Biblioteca Pública de Zamora en la presentación del libro, crea otro vínculo más con Zamora y Sanabria.

– ¿Cómo es tú vida en la actualidad?

–Pues comparto mi tiempo dando seminarios de finanzas y gobernanza en Europa y en el Magreb para la Unión Europea, trabajando con fondos de inversión “éticos”, mientras doy el toque final a una novela que trata de la Guerra de La Independencia y del saqueo de las tropas de Napoleón en toda la península. Además, organizando un festival de Flamenco en la comarca occitana. Escribir se ha vuelto una meta esencial.

– …. Y del flamenco, ¡ay el flamenco, que te vuelve loco! Qué opinión tienes de La Peña Flamenca “Amigos del Cante”, e incluso de Ricardo Fernández del Moral al que llevasteis el pasado año a Condom con un éxito rotundo.

–Pues, desarrollé una afición profunda y tenaz al Cante Jondo desde mi juventud. La Peña Amigos del Cante fundada en 1974 desempeñó un papel muy importante, incluso para acompañarnos al final de los años 70 para iniciar La Peña “Flamenco en France” que ha sido un vector crucial de desarrollo de la afición francesa. Y sigo encontrando en la peña zamorana, por la cual tengo un inmenso respeto, con su mezcla de rigor, de conocimiento profundo, y de continuidad dinámica (soy un lector entusiasta de los informes “eruditos” de las noches flamencas en Calle Peña Trevinca, 14) además de que siempre se nos dispensa una acogida amistosa. Mi amigo Félix Rodríguez fue el vínculo clave para tomar contacto con el gran artista Ricardo Fernández del Moral, al que invitamos al primer festival de Flamenco de Condom. Todo un grandísimo éxito.