“Fue en el año del Señor de 1290, cuando tuve que hacerme presente en el corazón geográfico del Reino de León: la ciudad de Zamora. Aquellos fueron tiempos convulsos para mi corona, pues a las disputas que libré para obtener los reinos de mi padre, se habían sumado las acontecidas en Zamora entre las rebeldes mujeres del convento de las Dueñas y el Obispado Semurensis, dejando a la ciudad dividida entre los partidarios de los unos y de los otros.

Santa María la Real de la Hiniesta

Yo, Sancho IV, decidí por entonces pasar una buena temporada en “la Bien Cercada” y así ir apaciguando los ánimos de los siempre inquietos zamoranos. Sin embargo, y para colmo de males, allí me sobrevivieron unas fuertes fiebres que me tuvieron postrado en cama una larga temporada. No sería hasta llegada de la primavera cuando finalmente me pude librar de ellas y haciendo un tiempo esplendoroso y ya totalmente restablecido, quise despejar mi mente de los pretéritos padecimientos decidiendo montar una cacería por el paraje de Valorio junto con toda mi corte y los miembros del Cabildo.

Santa María la Real de la Hiniesta

Pocas piezas vimos en un principio, pero nuestra suerte cambió al llegar a un teso al que llaman “el Raposero” por ser abundante en zorros, o como dicen por aquí, “raposos”. Allí avisté una hermosa perdiz que al verme emprendió rápido vuelo; igual de súbito que ella, solté yo a mi halcón para darle caza. Mi jauría de canes, mi halcón y yo mismo a lomos de mi veloz caballo, la perseguimos hasta dejarla exhausta. No pudiendo más, pareció querer rendirse junto a una hiniesta o retama sita en lo alto de un cerro; hacia allí rápidamente se encaminaron mi halcón y perros.

Pero cual sería mi sorpresa que cuando me hube frente a mi pretendida presa, vi una gran luz en torno a ella, y vi que ni mi halcón ni mi hambrienta jauría la atacaban, más bien parecían reverenciarla mansamente, a la par que se postraban ante ave y planta.

Santa María la Real de la Hiniesta

Me acerqué entonces hasta la luz que salía de la hiniesta, y allí junto a la perdiz encontré una imagen de Nuestra Señora portando al Niño en sus brazos. Me postré de rodillas ante el milagro, y rodilla en tierra también pusieron los miembros de mi comitiva cuando me dieron alcance.

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Determiné entonces levantar un templo en el lugar del hallazgo, y que mientras durasen las obras, la Virgen de la Hiniesta estuviera en custodia en la zamorana Iglesia de San Antolín, donde ya se rendía culto a la patrona de la ciudad, la Virgen de la Concha. Durante el tiempo que la Virgen de la Hiniesta estuvo allí muchos fueron los prodigios y milagros acaecidos, y mucho el amor y la devoción que le empezaron a tener los zamoranos.

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Concluidas las obras del gran templo de Nuestra Señora de La Hiniesta en el que recibiría culto la imagen, nombré cura párroco a don Juan Benito, y a él y a otros 12 vecinos, los eximí de pagar impuesto alguno para las arcas generales; por contra, entregarían su equivalente para el mantenimiento de tan magna iglesia “.

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Esta crónica bien podría haber salido por la boca del monarca Sancho IV cuando relatara el milagroso episodio vivido por tierras zamoranas. Realidad o no, lo cierto es que se tienen noticias de la población de La Hiniesta desde al menos el siglo XII, y asimismo, el análisis estilístico de la Iglesia que mandara construir Sancho (Santa María la Real de la Hiniesta), aún deja entrever muchos elementos románicos que señalarían la existencia de una fábrica anterior a la de finales del siglo XIII y comienzos del XIV.

Una obra maestra

De lo que no cabe duda es de que estamos ante una obra maestra, declarada Monumento Histórico-artístico mediante el decreto del 2 de marzo de 1944 donde se la calificaba como “un ejemplar único del arte gótico leonés en la provincia de Zamora”. Y es que en su portada principal trabajaron muchos de los artistas que a su vez desarrollaron su arte en una de las más imponentes catedrales góticas del continente europeo, la de León, también conocida como “Pulchra Leonina”.

Santa María la Real de la Hiniesta

Centrándonos ya en la portada, nos encontramos que en el tímpano está la representación de Jesucristo sentado en un trono, con la Virgen y San Juan a los lados arrodillados y en actitud suplicante, a los que se suman dos ángeles con los atributos de la pasión. Justo debajo hay cuatro pequeñas arcadas con columnas donde se representan a los Reyes Magos despidiéndose de Herodes, así como la adoración de estos a Jesús niño. En las arquivoltas nos encontramos con los bienaventurados con libros y rótulos, y en el centro a dos ángeles coronando al Jesús del tímpano central. En la otra arquivolta están diversos reyes tocando instrumentos musicales, como órganos, gaitas, laúdes y otros muchos más. En los arranques o asientos de estas arquivoltas hay cabezas de león e infernales, rematándose con otras dos arquivoltas de las que la mas exterior aparece adornada con vides y racimos picoteados por aves.

Muros, hornacinas y doseletes

En los muros laterales hay doce asientos, otras tantas hornacinas, y bajo doseletes doce esculturas que representan probablemente a cuatro ángeles ceroferarios y turiferarios, varias vírgenes o reinas, a San Juan Bautista con Salomé vencida a sus pies, a San José, a San Mamed con el León, a Santa Marta alanceando al dragón y a Santa Catalina discutiendo con herejes.

El interior también atesora varios tesoros donde destaca una preciosa escultura de una Virgen que probablemente ocuparía el parteluz de la portada antes descrita, y unas hermosas pinturas ocultas por el retablo actual.

Desde hace más de 700 años el templo custodia a la aparecida Virgen de la Hiniesta, patrona de la comarca del Pan, y desde entonces todas las primaveras la patrona de la ciudad de Zamora, la Virgen de la Concha, la visita en romería junto con miles de zamoranos, siendo ésta la romería más antigua de España.