La Opinión de Zamora

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La luz brota en los cimientos de San Pedro de la Nave

El historiador José Puente Martínez destaca la “clara vocación equinoccial” del “primitivo” templo visigodo, visible en la mañana del 23 de septiembre

Observación realizada por Puente Martínez el 23 de septiembre de 2017 sobre los cimientos de San Pedro de la Nave. “Obsérvese la sombra horizontal de la cima a la altura del foto de la capilla mayor y mi propia sombra alineada con la disposición longitudinal de la planta”. | | JOSÉ PUENTE

La iglesia de San Pedro de la Nave se construyó con una “clara vocación equinoccial”. Así lo atestigua su asentamiento primitivo, orientado al primer rayo de sol que sale por el monte que cierra el horizonte oriental, atravesando el templo y provocando un efecto “absolutamente deslumbrante”.

José Puente Martínez, historiador de arte y autor de la tesis doctoral sobre “La iluminación natural del espacio eclesial en los reinos hispánicos de la Alta a la Plena Edad Media”, ha dedicado su pionera investigación a examinar el paisaje lumínico de las iglesias medievales hispanas entre el siglo VII y el entorno de 1200.

La iglesia de San Pedro de la Nave, situada en El Campillo tras cambiarse su emplazamiento original como consecuencia de la construcción del embalse del Esla, se encuentra entre los templos estudiados por el historiador leonés.

José Puente Martínez realizó una observación sobre el solar primigenio del templo altomedieval el 23 de septiembre de 2017, la jornada posterior al equinoccio de otoño, constatando que la iglesia fue orientada para que “el primer rayo de sol de los equinoccios apareciera por el pico de la montaña que cierra el horizonte oriental, entrando por la ventana este en línea al eje longitudinal”.

Iglesia de San Pedro de la Nave en su emplazamiento actual en El Campillo JOSE LUIS FERNANDEZ

En esa jornada de observación el experto comprobó la trayectoria de la luz que penetra por la ventana oriental de la capilla, provocando un efecto “absolutamente deslumbrante desde la nave”. Un fenómeno que cualquier persona podrá observar el 23 de septiembre, incluso dos días antes, hacia las 9.40 horas (conviene estar antes), en el asentamiento original de San Pedro de la Nave, que mantiene toda su cimentación. “Desde ahí se ve perfectamente la salida del sol desde la nave y cómo nos deslumbra” explica José Puente.

En la observación que el experto hizo el día después del equinoccio de otoño de 2017 “se ve claramente cómo el sol está alineado con los muros laterales”. Solo habrá que desplazarse el próximo viernes a la vera del embalse y caminar unos metros, hasta donde las aguas lo permitan para observar con la máxima fidelidad el fenómeno de la luz equinoccial.

Siendo conscientes, claro, de que estamos ante unos cimientos y de que la posibilidad de observar con mayor precisión el fenómeno, depende del nivel del agua. “Con elementos concretos muy sutiles podría recrearse para que el sol atravesara al menos el vano” sugiere. En el templo actual, el efecto de la luz “teóricamente sería igual, pero no se puede apreciar porque está sellado con un alabastro”.

La iluminación natural es un patrimonio inmaterial ignorado

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José Puente Martínez invita, no obstante, a disfrutar del equinoccio en un lugar mágico y más allá de otro espacio imprescindible como la iglesia de Santa Marta de Tera.

Resalta este experto el valor de la luz natural en edificios históricos como San Pedro de la Nave o Santa Marta de Tera. “Cuando vamos a estos templos, queremos ver capiteles, esculturas, el mobiliario… Está muy bien quedarnos en la superficie de las cosas, pero debemos profundizar en el espacio porque es lo que nos permite habitarlo tal y como fue concebido”.

José Puente Martínez, historiador de Arte J. P.

El historiador –también iluminador de teatro–, defiende la iluminación natural como “un patrimonio inmaterial ignorado. Estamos ante una sutileza, por supuesto, del brillo, del resplandor, de algo que nos deslumbra. Pero si le quitamos sutileza al arte, qué te queda. Tenemos que aprender a escuchar esta luz natural y a partir de ahí podemos mirar mejor el espacio”.

Puente Martínez ha podido comprobar a lo largo de su investigación que las referencias a la iluminación natural en la historiografía “son escasísimas, limitadas a proporcionar información muy básica sobre las ventanas: su número, su ubicación y, en términos muy vagos, al mayor o menor alumbrado de los interiores. No deja de sorprender que el interés por los vanos de las iglesias medievales se haya focalizado más en su monumentalidad que en las luces que generan” reflexiona el historiador.

La luz requiere su tiempo, hay que recrearse en la propia sombra de uno y la sombra de las cosas

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La investigación intenta subsanar esa carencia historiográfica a través del estudio sobre la iluminación natural en los templos de la Alta y a la Plena Edad Media. “La riqueza de matices en el tratamiento de la luz perceptible en los interiores eclesiales medievales hacen de este elemento un tesoro visual a descubrir” explica el estudioso.

Puente Martínez cuestiona las “cargas indiscriminadas de luz” en edificios que no están concebidos para eso. “Todas las luces naturales son buenas. La oscuridad, el crepúsculo, el amanecer, la aurora, la luz exterior, la luz interior. Reparar en todos esos matices de la luz nos hace experimentar el espacio y vivirlo de una manera totalmente diferente”.

En estos tiempos en los que tanto se valora la eficiencia energética, el ahorro de luz o los edificios sostenibles, Puente Martínez invita a “recrearse en la oscuridad y en todos los matices. Por qué tener una luz asfixiante que inunda absolutamente todo, que distorsiona y contamina. La luz requiere su tiempo, hay que recrearse en la propia sombra de uno y la sombra de las cosas, porque eso es lo que hace pintar el espacio y habitarlo como es. Sin maquillajes”.

El anhelo de José Puente Martínez es valorar la luz natural como un elemento plástico capaz de infundir sentimiento. “Quizá al final de este empeño estemos en mejores condiciones de responder a la pregunta de hasta qué punto pudo existir un ‘arte’ de abrir huecos en la iglesia y, por tanto, de rescatar del olvido un patrimonio lumínico ignorado”.

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