El último día de enero José Antonio Vasallo García ponía punto y final a casi 40 años de oficio de panadero para el valle de Lubián, un camino en el que le ha acompañado su mujer Ángeles Matarraz Vasallo. Termina la actividad para uno de los últimos hornos de leña de Zamora.

El cierre de la panadería causa tristeza en el municipio de Lubián donde siempre hubo pan y panadero. Una carga de trabajo muy pesada para una sola persona ya con cierta edad y algunas dolencias de un familiar han influido en esta decisión, de la que ya había hablado con los dueños del establecimiento. “Lo he ido alargando pero con todo el dolor, lo tengo que dejar”, reconoce el profesional recién jubilado.

Levadura para que crezca el amor

José Antonio y Ángeles nacieron en el pueblo vecino de Chanos. En febrero de 1983 José Antonio comenzó a trabajar en la panadería de Santiago Rodríguez en Lubián. “Me acogió muy bien. Tanto él como su familia me trataron muy bien primero cuando trabajé para ellos y luego cuando me quedé arrendado con la panadería”. Con Rodríguez aprendió el oficio completo, desde encender el horno y saber cuándo llegaba a la temperatura exacta, hasta hacer los diferentes tipos de pan, cocerlo y repartirlo.

El pan de barra, la hogaza, las roscas, los asados, los dulces típicos como el roscón y las empanadas por encargo han dado fama a la panadería de Lubián, donde incluso se han preparado pizzas. Además de venderse y servirse en los establecimientos del pueblo: el supermercado Ferreras, el bar de Javi, el bar la Estrella. Entre sus clientes de toda la vida, Vasallo señala al restaurante Padornelo. En estos años ha repartido el pan con el “cartel de Lubián” en establecimientos de hostelería y supermercados en Puebla.

Antonio Vasallo García, panadero de Lubián, junto a su furgoneta de reparto.

Antonio Vasallo García, panadero de Lubián, junto a su furgoneta de reparto. A. S.

Una seña de identidad de Lubián

La rosca “es un pan típico de aquí que hice para identificar el pan del valle de Lubián”, como también era conocido el pan de kilo. Hay dos secretos para amasar y cocer un buen producto: uno material, “una buena materia prima, una buena harina” y uno inmaterial: “hacerlo con mucho cariño y con ganas”.

Detrás de ese cariño estaba el horario del panadero “es un trabajo duro el de trabajar por la noche, aunque de noche no trabaja solo el panadero, la noche es más para ir de fiestas”. En el horario de invierno se levantaba a las 4 de la mañana para tener el pan listo a primera hora, en verano la jornada comenzaba a las dos y media o las tres.

De una hornada se podían sacar entre 70 u 80 roscas, sumando además barras y panes de kilo. Elaborar las empanadas era una de las especialidades de Ángeles cuando comenzó a ayudar a su marido. Una empanada que es diferente a la gallega y que “era la empanada tradicional de aquí” y uno de los productos estrella de las fiestas y las romerías de La Tuiza a los que se sumaba una hornada de “bolletes pequeños”.

Mil recuerdos en el horno

Sus hijos Vanesa y Marcos “nacieron aquí, dieron sus primeros pasos y echaron los dientes en la panadería”, también echaron una mano en las épocas de más trabajo.

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Todos los actos festivos o culturales en Lubián llevan su gracia, desde las empanadas para el día de la Bici hasta los asados el día del Cortello con pan de kilo. Tampoco han faltado croissants para los peregrinos que se aprovisionaban antes de subir La Canda.

Con tristeza llegaba esta noticia a los vecinos de Lubián que confían en que alguien quiera coger el relevo para mantener la fama del “pan de Lubián”.