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Funeral del comercio local en los pueblos de Zamora

La ferretería Galo Galán de Alcañices cierra por jubilación y se suma a la larga lista de establecimientos que en los útimos años han bajado la trapa para siempre

Funeral del comercio local en los pueblos de Zamora

La villa de Alcañices, la comarca de Aliste y Tras os Montes han perdido con la llegada del mes de junio uno de los establecimientos más conocidos e históricos de la Raya de España y Portugal: “Galo Galán” ha cerrado sus puertas después de ser el principal abastecedor de hoces, café Palmeira y navajas portuguesas a las familias alistanas.

Galo Galán García, alistano de pura cepa, decidió abrir en 1958 su negocio en la calle Herradura (travesía de la carretera Nacional 122). Ni él mismo podía imaginarse que su comercio iba a convertirse en uno de los más emblemáticos de Alcañices. Fue una suerte de embajada comercial de Portugal en España para los alistanos que allí podían adquirir los dos productos más apreciados del país vecino: el café torrefacto Palmeira y las afamadas navajas portuguesas, que solo se compraban en Portugal durante las romerías fronterizas de la Virgen de la Luz, en Moveros y Constantim, y en La Riberinha, de Quintanilha.

En un principio el emprendedor alcañizano optó por las navajas elaboradas en la aldea de Malhadas, en el concelho de Miranda do Douro, una población cercana a la villa y que, aparte de ser “la fábrica más rumbosa de la época” en todo el nordeste trasmontano, garantizaba el abastecimiento incluso en tiempos complicados de controles fronterizos durante las dictaduras de Francisco Franco en España y Salazar en Portugal.

Ya entonces funcionaban las fábricas de Palaçoulo con dos prestigiosos artesanos: Manuel Antonio Martins y Martins Palaçoulo, unidos por la sangre (eran familias), pero rivales de la cuchillería: una competencia que ayudó a conseguir la excelencia para unas navajas que hoy son reclamadas desde todo el mundo. Aunque en este caso la escasez y precariedad de las comunicaciones impedía o cuando menos dificultaba el desarrollo de un comercio cercano no sólo de las navajas, sino también de lo que respecta a cubas (barricas de roble), cuchillos y hoces para segar trigo, centeno y cebada. Galo Galán comenzó a traerlas a España en 1965 y arrasó.

Miguel Ángel Galán Mezquita, nacido en Alcañices el día 10 de noviembre de 1955, heredó la gestión del negocio de sus padres y se jubiló el pasado 31 de mayo echando el cierre, no sin tristeza y nostalgia, a uno de los negocios alistanos más antiguos. “Hablar de navajas portuguesas es hablar de la compañera más fiel y la vez inseparable de los agricultores y ganaderos alistanos. Autenticas joyas. Las primeras estaban hechas a mano, se templaba el acero en la fragua de manera artesanal a golpe de martillo y yunque, calentadas previamente al fuego de carbón vegetal de cepa de urce (brezo). No había dos navajas iguales, cada una era diferente y única. Los mangos son parte imprescindible de la navaja y los hacían a mano de madera de urce y de encina, ambas muy duras y resistentes, duraderas y de larga vida”, sentencia el último comerciante de esta tienda.

Los tiempos fueron cambiando y las navajas de hoy se fabrica ya de acero inoxidable estampado y los mangos de madera de roble o haya vaporizadas. También los precios cambiaron: Galo Galán vendió las primeras navajas, hace 55 años, a 15 pesetas. Las últimas se vendieron hace unos días a 1,70 y 2,10 euros las de fábrica y a 6 y 7 euros las hechas por herreros.

Emigrantes alistanos marcharon a buscarse la vida a Suiza, Francia, Alemania, Cuba, Argentina, Venezuela y Brasil y entre sus escasas pertenencias, que apenas ocupaban una maleta, siempre iba una navaja adquirida en La Luz, la Riberinha o Galo Galán, sorprendiendo por su calidad allí donde llegaban. De esta manera se cree se expandió la fama de las navajas de Palaçoulo que se venden hoy en de 35 países, algunos tan dispares y lejanos entre si como Qatar, Estados Unidos, Dubai, Brasil, Alemania o Suiza.

Miguel Ángel Galán vendiendo navajas en su tienda. | Ch. S.

Alcañices, población más grande de la Raya, no se ha visto libre de los efectos del éxodo rural, pues en parte sus negocios dependen de la gente de los pueblos, muchos de los cuales sufren una despoblación galopante. Hace ocho años echaba el cierre en la Plaza Mayor el bar Central abierto en plena posguerra (años 40 por Manuel Social; luego lo regentó su hijo Narciso. En 1958 lo traspasaba a María, madre de Alberto Pérez, hasta 1971 en que pasaba a Antonio Cerezal y en 1982 a su hijo Ángel, que los gestionó hasta su cierre el 25 de julio de 2013.

El día 31 de diciembre de 2018 cerraba el bar María y Manolo regentado por su propietaria y fundadora María Silva Vega, portuguesa de origen, tras cuarenta años de servicio en la plaza de Ferreras, abierto el 8 de agosto de 1978 siendo una de sus especialidades el arroz a la zamorana.

En 2017 cerraba sus puertas el “Disco Rojo”, uno de los restaurantes más históricos de España y Portugal pues, aparte de su esmerada cocina, acogió durante décadas banquetes de bodas, comuniones y bautizos de los diferentes pueblos, y entre sus comensales estuvieron personalidades como elpresidente de la República de Portugal Jorge Sampaio.

Antes lo hacía el hostal y restaurante “Argentino”, propiedad del alistano Daniel, nacido en Palazuelo de las Cuevas y emigrante en Argentina, situado junto a la Nacional 122 frente a la estación de servicio “Fertol”.

La pandemia también acabó establecimientos como el Mesón Alistano y La Taberna, y antes ya habían cerrado los pubs Época y Dos Duendes, así como el Jamaica. A nivel de comercios en el paso a 2020 cerraba también por jubilación el de José María Mezquita.

En estos momentos Alcañices cuenta con un solo restaurante en el Centro de Turismo Rural La Atalaya, saga que inicio Rufina Rivas con su primera churrería en la Plaza Mayor, luego tomaron el relevo Alejandro López Riveras y Agustina Rivas Gago en la calle Labradores y Ángel López Rivas (fallecido este año) con la churrería en la calle San Francisco de 1966 a 2002 en que abría “La Atalaya”, que hoy gestiona Ángel López Santiago.

Alcañices llegó a contar en el siglo XX (años 30) con tres farmacias cuando en la mayoría de municipios no había ninguna. José Calvo Casado, licenciado en Farmacia el 2 de diciembre de 1908, abrió la única que sobrevive, después de 113 años de historia, regentada luego por su hijo Cayetano Calvo Leal y ahora por su nieto José Domingo. Las otras dos cerraron, una de ellas estaba en lo que hoy se conoce como “Los Toriles” de la Plaza Mayor, propiedad de César España, y la otra por debajo del bazar Paulino, en manos del conocido señor Huidobro.

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