Después de doce meses, los mayores de la residencia de Villalpando salen de su “burbuja” y se reencuentran con la cotidiana realidad del pueblo al volver a pisar el suelo de la villa terracampina.

Mañana, 10 de marzo, se cumplirá un año desde que la directora de la residencia Fundación “La Inmaculada” decidió cerrar el centro del mundo exterior para proteger a los mayores. Este centro se adelantó al estado de alarma aplicando los protocolos que una semana después las autoridades sanitarias exigían a todos los centros sociosanitarios del país.

Esa audacia, y la persistencia durante doce meses en los que no han bajado la guardia, ha permitido a la de Villalpando ser una de las pocas residencias de mayores de la provincia de Zamora que ha atravesado la pandemia sin ningún caso positivo de COVID-19, ni entre sus residentes –85 en la actualidad– ni tampoco entre los 51 empleados que componen la plantilla. “También hay un componente de suerte”, apunta humildemente la directora del centro, Aránzazu Dúo Delgado.

Diez meses de aislamiento

Tras casi diez meses de aislamiento, el 5 de enero de 2021 llegaban a las puertas de la residencia las primeras dosis de la vacuna de Pfizer, que fue recibida con aplausos por algunos de los familiares concentrados a las puertas del centro. El segundo pinchazo permitía a los vacunados adquirir la inmunidad en febrero y volver a recibir a los hijos y nietos de los usuarios, que pudieron volver a ver a sus mayores, aunque fuera con límite de tiempo y con una pantalla de metacrilato, por precaución.

Ahora en marzo, tras esperar un periodo prudencial y gracias a que las temperaturas son más suaves, los mayores han vuelto a ver la calle. Los bancos de la plaza de San Nicolás, a las puertas de la residencia, son un pequeño paraíso para los abuelos, que toman el sol, contemplan la belleza de la iglesia parroquial y se encuentran con sus familiares, que suelen acercarse a verlos. Suelen salir todos los días de 11 a 13 y de 17 a 18.30 horas, acompañados por varias gerocultoras de la residencia.

La primera salida fue recibida con alegría por todos los villalpandinos, pues quien más, quien menos tiene algún pariente o algún conocido en la residencia, y para todos es un orgullo saber que han sido capaces de capear tres olas de la pandemia, incluso la segunda que dejó una gran incidencia de contagios entre la población de Villalpando, al otro lado de la “burbuja” segura en la que vivían los 85 residentes de la Fundación “La Inmaculada”.

Este “fuerte” que ha resistido los tres envites del coronavirus cuenta con dos patios que permitían a los mayores seguir tomando el sol y el aire a pesar de estar confinados. Ahora, ese pequeño pero seguro mundo ha crecido para ellos, al poder salir a la plaza de San Nicolás.

La toma de temperatura y el cambio de ropa, entre las medidas de prevención

Entre las medidas que la residencia adoptó el 10 de marzo de 2020 estaban tomar la temperatura de todos los trabajadores al inicio y al final de cada turno, no pasar de la primera estancia con la ropa de calle que enseguida cambiaban por el uniforme y los zuecos. Esas ropas de trabajo se lavaban a diario, dentro de la propia residencia con lejía. Los proveedores tampoco entraban a las cocinas, sino que tenían que dejar los víveres en la puerta. Además, desde el primer día vaciaron un ala donde aislar a los positivos, algo que por fortuna no necesitaron, aunque sí se utilizó para las cuarentenas de los nuevos ingresos. Entre las dificultades, la escasez de mascarillas y otros elementos de protección durante las primeras semanas del estado de alarma.

A lo largo del año se han practicado varios tests a residentes y trabajadores que han ido confirmando que la residencia de Villalpando seguía resistiendo al enemigo como la aldea gala de Astérix y Obélix resistía a los romanos, hasta que, por fin, llegó la vacuna.

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