Desde que se supo que la caza del lobo será prohibida, el secretario de Estado de Medio Ambiente vive en el ojo del huracán. Pero Hugo Morán (Campomanes, Asturias, 1963) transmite tranquilidad en la distancia corta: está convencido de que la ganadería extensiva sí puede convivir con la presencia del lobo.

–¿Le ha sorprendido la tormenta política y territorial que ha generado la reciente incorporación del lobo a la lista de especies protegidas?

–No mucho, porque este país mantiene una relación difícil con este animal desde hace mucho tiempo. No hay más que ver cómo lo tratan los cuentos infantiles y el impacto que tenían los documentales de lobos de Félix Rodríguez de la Fuente. Es bueno que esta polémica nos haya hecho reflexionar sobre algo tan importante como la biodiversidad.

–Pero se oye hablar de política, no de medio ambiente.

–Conviene recordar que este cambio lo han decidido las comunidades autónomas a partir de un informe científico emitido por 19 expertos que, de forma unánime, afirman que la situación del lobo en España no es buena y que hay que proteger esta especie. Ahora no estamos en un debate entre territorios, sino entre quien se posiciona a favor de lo que recomienda la ciencia y quien opina lo contrario. Y este ministerio tiene muy claro cuál es su sitio.

–¿Entonces se equivoca el ministro de Agricultura, Pesca y Ganadería cuando se opone a la prohibición de cazar lobos?

–Las últimas declaraciones del ministro Luis Planas apuntan hacia la necesidad de disponer de un modelo que permita la convivencia de la actividad ganadera y el lobo en España.

–¿Cómo sería ese modelo?

–En primer lugar, homogéneo para todo el país. La biodiversidad no puede gestionarse con fronteras administrativas, pero hoy se puede cazar lobos por deporte en Galicia, Cantabria y el norte de Castilla y León, y en cambio no en Asturias ni en el resto del país. Tampoco tiene sentido que, dependiendo de dónde viva un ganadero, reciba 250 euros por cada oveja que pierde en un ataque de lobos, mientras que en otra le paguen 500 y en otra incluso no cobre nada. Ni es lógico que la tramitación de esos daños se resuelva en dos semanas en un sitio y en otro tarde dos años.

–Los ganaderos son los que más han elevado el grito.

–Tienen razón cuando plantean que, si estamos defendiendo un patrimonio común, la responsabilidad también debe ser común. El coste de proteger la biodiversidad no puede recaer sobre los hombros del ganadero, que es lo que pasaba hasta ahora. Cuando sufra daños, tendrá que ser indemnizado, pero no debe pagar el precio de convivir con el lobo.

–¿Esta guerra se arregla con dinero?

–No es tanto un tema de dinero como un asunto de corresponsabilidad. Transmitir la riqueza medioambiental a las próximas generaciones tiene un coste. Con el actual modelo, esa carga recae en exclusiva sobre el ganadero. Y esto es precisamente lo que hay que cambiar. También entiendo a las comunidades autónomas que se han sentido desasistidas por parte del Estado. Ellas asumen toda la gestión del lobo, pero en los Presupuestos Generales del Estado no hay ninguna partida que compense ese gasto.

–Con el anterior modelo de gestión, la población lobera permanecía estable. ¿Era necesario cambiarlo?

–Ese modelo se traducía en centenares de lobos abatidos cada año y centenares de cabezas de ganado muertas por ataques de manadas. Ni libraba al ganadero de sufrir daños, ni podíamos seguir manteniendo al lobo recluido en un rincón del territorio tras exterminarlo de zonas de la Península donde antes sí vivía. Los informes científicos advierten de que los nichos ecológicos donde se mueve esta especie pueden sufrir desequilibrios importantes si no revertimos esta situación. Esto no es postureo: o estamos con la ciencia, o estamos contra ella.

–Las comunidades loberas se quejan de que la decisión de prohibir la caza del lobo se ha tomado gracias a los votos de territorios donde actualmente no vive el cánido.

–Esa reflexión nos llevaría a una situación absurda. ¿Entonces aquellas comunidades de interior, que no dan al mar y no tienen litoral, no pueden opinar sobre la ley de costas? El Estado de las autonomías no es una suma de territorios troceados donde solo unos pocos pueden opinar sobre el bien común. La biodiversidad debemos decidirla entre todos.

–¿El lobo puede convivir con la ganadería?

–Por supuesto. Hay muchas explotaciones ganaderas que así lo demuestran. Lo que nos dicen es: “Oiga, esto no puedo costearlo con mis recursos económicos porque entonces compito en desigualdad de condiciones con los que no tienen que afrontar esta convivencia”. Hay que apoyar al ganadero para que lleve a cabo su tarea sin tener que soportar ninguna sobrecarga.

–¿Qué va a pasar a partir de ahora, cuál es el calendario que maneja el ministerio?

–La incorporación del lobo a la lista de especies protegidas tiene un trámite de alegaciones tras el cual se culminará el procedimiento administrativo. En la reunión que mantuvo el lunes con los responsables de Medio Ambiente de las cuatro comunidades loberas, la ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, les propuso empezar a trabajar en la elaboración de la estrategia de gestión del lobo, ya que la actual está caducada desde 2015. Ahora entramos en época de veda, esto nos permitirá trabajar sin mayores tensiones.

–¿Cómo cree que quedará ese modelo de gestión del lobo cuando esté terminado?

–Tenemos un ejemplo que nos puede servir de guía, y es el de Asturias, donde hay lobos pero su caza está vetada desde hace 30 años. Hay que mejorar ese modelo, empezando por dar mayor protección a los ganaderos. No creo que haya que inventarlo todo, gran parte del trabajo ya está hecho.