Las mascaradas de invierno han sido las grandes protagonistas de muchos pueblos de “La Raya” de España y Portugal durante siglos y han sobrevivido a acontecimientos como la “gripe española” de 1918 o la Guerra Civil. Este año, su celebración tradicional ha sucumbido a la crisis sanitaria global originada por la pandemia del coronavirus.

La lucha entre el bien el mal, lo cristiano y lo pagano, viene de cuando, en los dominios del Imperio de Roma, incluida Hispania, los adolescentes y mozos de las aldeas con el Cervulun Facere” salían a las calles ataviados como corderos, novillos y ciervos. Allá por entre los años 360 y 390, el obispo de Barcelona Paciano (luego santo) condenó dichas fiestas. Entre los que condenaron estas fiestas estuvieron insignes como San Martín de Braga donde fue obispo en Portugal hasta fallecer en el 580, incluyendo en lo que hoy es España los obispados de Iria, Tuy, Britonia, Orense y Astorga, con Aliste incluido.

Concilios, Sínodos y Visitas Pastorales delatan ya desde el siglo XIII el intento de erradicar de la iglesias ermitas y cementerios, las mascaradas ante el miedo de que se mezclara con lo sagrado lo profano, dado lo que algunos eclesiásticos consideraban como un estado de desobediencia y de anarquía total. La primera condena firme de la existencia de mascaradas y de espectáculos grotescos “durante los oficios divinos” en el mes de diciembre, Navidad (25), San Esteban (26), San Juan (27) y Santos Inocentes (28) llegó hace ya 547 años, en el Concilio de Toledo del año 1473. Aliste y Tras Os Montes fueron cuna y fuente de auténticas guerras entre lo divino y lo pagano, la iglesia y los feligreses, a causa de mascaradas, pastoradas y danzas guerreras del paloteo.

El hecho más histórico y decisivo para las Vicarías de Aliste y Alba fue el Sínodo celebrado del 21 al 23 de febrero de 1612, convocado y presidido por el Arzobispo de Compostela Maximiliano de Austria (1603 a 1614) con la participación de los párrocos de las 84 parroquias alistanas y albarinas junto los representantes de los cuatro señoríos, Condado de Alba de Aliste y de los tres Marquesados de la zona: Alcañices, Valdecarzana y San Vicente del Barco. Dada la imposibilidad en aquellos tiempos, de desplazarlos a Santiago, el que viajó fue el arzobispo y el Sínodo se celebró en la iglesia de Santiago del Burgo de Zamora (Cameral de Santiago). Allí se aprobaron las Constituciones Sinodales, publicadas en 1613, que marcaron la vida religiosa y también social para alistanos y albarinos durante 275 años.

La Vicarias de Aliste y Alba pertenecieron al lejano Arzobispado de Compostela desde el siglo XIII hasta el año 1888 en que pasaron a depender de la Diócesis de Zamora. En el Sínodo de Maximiliano de Austria de 1612 se incluyó para las Vicarías de Aliste y Alba un apartado dedicado a la vida y honestidad de los clérigos a los cuales se ordenaba que no danzaran cantaran, ni bailaran, ni andarán de noche y que “no se disfracen ni salgan mascaras ni a pie ni a caballo”. A partir de ahí comienza una lucha sin cuartel entre los Visitadores y los feligreses, viendo los primeros que la fe arraigaba cada vez más en los segundos, pero los lugareños nunca se atendieron a razones en lo referente a sus prohibiciones y mantuvieron las mascaradas.

Un Carocho en Riofrío de Aliste. | Ch. S.

Manuel Cid y Morroy realizó la visita pastoral del Arzobispado de Compostela a las Vicarias de Aliste y Alba en 1791 y hacia mención a las mascaradas en Trabazos: “De muchos tiempos a esta parte se nota en este pueblo y algunos de sus inmediaciones el intolerable abuso de hacer en el día de San Esteban ciertas fiestas y diversiones irreverentes, ridículas y ocasionadas a muchos pecados y excesos, imitando en este juegos y diversiones a la gentilidad. Se prohiben absolutamente bajo graves penas, previniendo al párroco que nos las permita en cuanto alcancen su facultades y que desde luego no consienta que se hagan en las iglesias avisando sobre el cumplimento de esta provisión”.

Al otro lado de La Raya, la Diócesis de Miranda se opuso a estas expresiones

En 1832, tras la Visita Pastoral realizada en 1831, Fray José Vélez, Arzobispo de Compostela, enviaba una orden a las lejanas Vicarías de Aliste y Alba donde prohibía tajantemente las mascaradas alistanas: “Los párrocos cuidarán con el mayor celo que no se juegue, baile o canten canciones profanas en las iglesias, ermitas, ni sus atrios, ni se pernocte en estas, ni aquellas, debiendo todas cerrarse al toque de Ave María como está mandado” e incidía “mandamos que, aún impetrando el auxilio de la Autoridad Civil si la creen necesaria los párrocos destierren de sus parroquias las llamadas Obisparras y las Filandorras con que se ataca la moral pública y se ridiculizan las ceremonias de la iglesia y sagradas vestiduras”.

Ya en los obispados de lo que hoy conocemos como Castilla y León los obispos plantaron cara reaccionando con excomuniones. Pedro de Acuña y Avellaneda, en el Sínodo de 1553 que tuvo lugar en Astorga, condenó tanto los bailes como las danzas, representaciones indecentes y juegos, que se llevaban a cabo en los lugares sagrados e incluso camposantos.

Hace ahora ya 193 años, aunque Aliste seguía perteneciendo al Arzobispado de Compostela, el Chantre de la Catedral de Zamora, Pedro Tiburcio Gutiérrez enviaba una orden a los curas alistanos, entre ellos al de Villarino Tras la Sierra (que se conserva en el Archivo Parroquial), pueblo fronterizo con Vale de Frades en Portugal, el 8 de junio de 1827, donde “se prohíbe para siempre en todas las iglesias de las vicarias la misa nocturna llamada de Gallo, autos sacramentales y toda clase de representaciones que pasen de un sencillo ofertorio en el acto de la Misa Popular y el entrar en ellas, y los mismo en procesiones, las obisparras y danzas. Los mismo que en el recinto las reuniones concejiles, bailes, danzas, obisparras, juego de la barra canto, pelota y cartas y en fin el rito gentilicio degradante de la humanidad llamado de baldeón, con motivo de la concurrencia, so cargo de los párrocos que tal permitan, a quienes autorizamos para llevarlo todo a debido efecto”. Aun así las mascaradas y pastoradas de “La Cordera” sobrevivieron en Aliste y aunque estaban autorizados a recurrir al llamado “Auxilio Ordinario Secular” la mayoría de los curas optaron por mirar para otro lado e incluso participar, pues en muchos de los casos iban y van unidas entre si tanto “La Cordera” con la “Misa de Gallo” como “Zamarrones” con procesión de San Esteban.

También llegaba la polémica al otro lado de “La Raya”, en la vecina región de Tras Os Montes. Frei Joao Cruz, obispo de la Diócesis de Miranda do Douro prohibió en 1755 las fiestas de San Esteban y las pandorgadas aludiendo a las “danzas, algarabías y tumultos ocasionados por la elección de un rey y otras dignidades mas” así como por “los excesos de comer y beber”. Es afamada la mascarada de San Esteban en la freguesía de Constantim.

Unos años antes, en 1687, el obispo mirandés Frei Antonio de Santa María en una Pastoral sentenciaba que “En algunos lugares e iglesias de nuestro obispado se han introducido entre otros abusos dos muy perjudiciales y escandalosos, a saber: que por los días de las octavas del Nacimiento del Señor se hace un modo de fiesta que vulgarmente llaman pandorga, haciendo danzas y festejos, durante muchos días, con muchas ofensas a Dios comiendo y bebiendo en exceso, desordenado a muchas personas de lo que han resultado graves pendencias y otros pecados originados de chancear entre mancebos y mozas y además que los labradores y hombres seculares con clérigos cantan las misas atreviéndose ya algunos a cantar en ellas solemnemente la epístola, de que resulta un escándalo”.