Chany Sebastián

Sarracín de Aliste dio ayer su peculiar bienvenida al año nuevo con la mascarada de "Los Diablos", una ancestral tradición cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos aunque por méritos propios y de sus vecinos es el alma del pueblo situado a la vera de la Sierra de la Culebra, formando parte de su historia.

Sarracín un pueblo que no vive ajeno a los efectos del éxodo rural y la despoblación, aunque, a pesar de haber perdido un total de 123 habitantes en lo que da de este siglo, -en 2000 había 369 vecinos- se mantiene como uno de los pueblos más importantes de Aliste con 246 empadronados (132 hombres y 114 mujeres), siendo de los pocos núcleos que superan la barrera de los 200 y que aún cuenta con niños y escuela. Su mayor esplendor poblacional se vivió a caballo entre 1958-59 con 573 habitantes.

Los Diablos de Sarracín fueron una vez más los más madrugadores del día de Año Nuevo desafiando a una fría mañana de invierno, como las de antes, de niebla penitente, blanca y helada y temperaturas de esas que hacen tiritar al cuerpo y al alma hasta que fue apareciendo el sol y su calor, no mucho por estas fechas. El primer rito consistió en ir a visitar al alcalde pedáneo Julio Matellán.

El joven Cristian Fernández Ríos era el mozo elegido este año para dar vida al Diablo Grande, sin embargo por problemas de salud, el día de Nochevieja se vio obligado a renunciar a tal honor y hubo de reemplazarle Gonzalo Villar Gallego. Marc Villar Molinero encarnó al Diablo Pequeño.

Cuatro mujeres (mozas) se unieron este año a la celebración: Patricia Casas Molinero encarnó al Molacillo, Andrea Gallego Rodríguez a la Dama, Naiara Rodríguez Santamaría al Galán y Nerea Canas Pérez a uno de la "mujer del saco". Por su parte Diego Ochoa Fernández fue el "hombre del saco", David Ruiz Gallego el "Ciego", Dani Giraldo García la "Filandorra" y Serafín Giraldo Sánchez el "Rullón".

La tradicional "salida" tuvo lugar en las inmediaciones de la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel. En Sarracín los encargados de abrir la comitiva fueron el "Gaitero" y el "Tamborilero" seguidos, de Ciego, Molacillo, Galán, Dama y Hombre y Mujer del Saco al son de las tonadas alistanos de antaño y tras ellos los dos temidos diablos. Sarracín es uno de los pueblos más grandes de Aliste y recorrer sus calles y plazas les llevó toda la jornada diurna, casa por casa, deseando feliz año y recogiendo el aguinaldo, de lo cual se encargaron los del saco. La primera embestida tuvo lugar en la Plaza de la Fuente donde los diablos atacaron con sus tenazas y su pica al Ciego, para desgracia del Molacillo que nada pudo hacer para defenderle, hasta que el propio atacado sacó una cruz que consiguió alejar a su agresores. Suele pasar que los cuidados del Molacillo no hacen reaccionar al Ciego que si se recupera cuando atisba la presencia de alguna moza.

Tras concluir la recogida de los aguinaldos llegaba la ultima embestida contra el Ciego y en el fragor de la lucha el Niño cayó al suelo y falleció, ante los estremecedores llantos de la Filandorra. El Diablo Grande apareció con un "picachón" y una pala para dar cristiana sepultura a su hijo, con una peculiar forma de medir la sepultara: a zancadas. El Cortejo Fúnebre apareció con el Diablo Grande sin tenazas y el Diablo Chiquito sin pica: el ciego se había transformado en Obispo y el Molacillo en monaguillo. Galán y Madama portaban al Niño entre los ensordecedores llantos de su madre la Filandorra y de su tío el Rullón para finalizar con los hisopazos y el responso.

Sarracín es de los pocos pueblos donde la mascarada tiene su propia leyenda y así lo atestigua una tradición oral pasada de padres a hijos, de abuelos a nietos, que da por hecho que los "Demonios" (Diablos) tenían su morada en las altas cumbres de la cercana y mítica Sierra de la Culebra. Allí el Diablo Grande había tenido un hijo con la Filandorra, hermana del "Rullón".

Madre, hijo y tío solían bajar en Año Nuevo a pedir y luego regresaban a su refugio serreño. En una de las ocasiones se encontraron también pidiendo al Molacillo y al Ciego y la única solución pasaba por echarlos de Sarracín. Ahí estaría el origen de las peleas. La cosa se complicó cuando un Año Nuevo el Diablo Grande se enamoro perdidamente de la Dama, pero para poder casarse con ella, habría de librase del hijo que tenía con la Filandorra. Es así como en una de las peleas que tiene lugar por la tarde aprovecha para cometer el parricidio. Posteriormente se arrepintió de su acción y el propio diablo lloró sobre la tumba de su hijo.