Los aficionados a los espectáculos taurinos entraron este fin de semana en contacto directo con los encierros de pradera y de calle en Vadillo de la Guareña donde, con motivo de las fiestas de San Antonio de Padua, fueron puestos a escena unos novillos que se ganaron el reconocimiento general del respetable público por la energía demostrada en muchas y muy diferentes ocasiones.

El encierro de ayer domingo congregó a una gran masa de gente que disfruta de este tipo de encierros y que se mostraba deseosa de participar o de contemplar estos eventos.

Eran aficionados procedentes de los diferentes pueblos de La Guareña y de Tierra del Vino, pero también de Valladolid y de Salamanca que eligieron este festejo para disfrutar de las emociones taurinas que siempre surgen a la vista o, en algunos casos, de vivirlas. Es lo que hicieron un centenar de caballistas que saltaron a la pradera para iniciar una temporada que seguirá su curso estos meses veraniegos cada fin de semana. Deseosos de poner a tono sus monturas, y de coger forma los propios jinetes, no faltaron momentos de cierta tensión sobre el escenario. El más aparatoso percance el sufrido por un caballista vallisoletano al que uno de los astados dejó contusionado tras un incidente que hizo gritar de susto a los espectadores.

Los espectadores destacaron "la bravura" de los astados, pertenecientes a las ganaderías de Santa María de los Caballeros, de Fuentelapeña, y de Andoni Rekagorri, de Salamanca. "Fueron muy buenos" en expresión de la espectadora y aficionada María Ángeles Moreda, que siguió el encierro desde la seguridad de una tapia.

Desde los tapiales, desde el resguardo de las vallas y otras posiciones convincentes para la seguridad pero panorámicas, los aficionados siguieron con gran expectación del desarrollo y las evoluciones del encierro de campo.

Ayer fueron sacados tres animales, y dos en el encierro del sábado, y en ambos casos dieron un juego meritorio y permitieron que los caballistas comenzaran la temporada con buenas sensaciones. Los recortadores tuvieron sus oportunidades de mostrar su valentía y su destreza ante las acometidas de las reses, tanto en la pradera como en las calles y plazas del pueblo, haciendo uso de sus condiciones físicas y sus arrestos.

Los animales también cumplieron con su papel en el encierro urbano con el que culminaron los espectáculos taurinos de la hierba, pues sobre la arena y ante los aficionados siguieron imponiendo su temple. Hubo episodios cargados de valentía y pericia, pero muchos fueron los que corrieron como nunca para situarse tras las talanqueras o para ponerse fuera de las puntas de los bravos.

Los encierros dejaron una sensación sobresaliente y un buen auspicio de temporada.