El tránsfuga Julio Vaquero ya expresó su desacuerdo con el resto de los compañeros del PP durante la reciente sesión plenaria donde se aprobó la delegación de áreas y la liberación de dos concejales con sueldo, la correspondiente a la teniente de alcalde, María Jesús Cortés Marcos, por este año, y de Segismundo Barrueco Gómez.

La moción de censura sorprendió a propios y a extraños, aunque se venía gestando sin demasiados secretismos por los implicados desde prácticamente la formalización de la nueva Corporación. El alcalde, Alejandro Fermoselle, que en un principio declinó ayer hacer comentario alguno sobre el asunto, luego comentó que «lo que tienen que hacer es respetar la voluntad de los fermosellanos, que respaldaron con un 54,4% de los votos, que son casi 600 personas las que nos han votado». Finalmente remachó su escueta valoración con un «así es la vida».

Segismundo Barrueco, uno de los hombres todoterreno del actual equipo, andaba afanado en la mañana de ayer en las piscinas municipales, intentando dejar todo listo para superar la inspección prevista para hoy, cuando le llegó la onda. Casi tres horas después de registrarse en el Ayuntamiento la moción no le habían llegado los ecos de la misma y al conocer el hecho no pudo menos que dejar lo que traía entre manos y dirigirse al Ayuntamiento para saber sobre los particulares.

El anterior alcalde, Manuel Luelmo, disfrutaba del baño en la playa de Benidorm cuando fue informado de la posible destitución de su sucesor por la referida fórmula del transfuguismo. «¡Qué pena!» es lo que logró decir en una primera interpretación.

La moción de censura corrió ayer como la pólvora por la villa y fue el comentario central de cuantas personas acuden diariamente a la plaza y a los bancos del concurrido «Mentadero» para intercambiar impresiones y observar el movimiento de visitas que registra Fermoselle. «Hay un verdadero cisco», expresaba ayer un vecino, al referirse a los comentarios que hervían en el cotarro social. Y, según precisaba, «había comentarios para todos los gustos y colores». En el propio Ayuntamiento reconocían que la línea telefónica estaba que ardía.