Nuria seguirá con su trabajo de ceramista. Ha trasladado su taller de Madrid a Gamones, aún de forma provisional hasta que levante su nuevo rincón artístico. «Quiero mantener a mis clientes de allí e intentar hacerme un hueco aquí». De hecho ya se ha presentado "en sociedad" en un escenario de lo más idóneo, la feria de la vecina Moralina de Sayago el pasado 15 de agosto, donde vendió bastantes piezas y bisutería.

La continuidad de Delfín a su trabajo será algo más complicada, pero su idea es abandonar su buen puesto en Madrid y ponerse como "free lance", incluso contactar con agencias de Zamora «y si nos podemos ayudar, mucho mejor». Atrás quedarán las altas responsabilidades como director creativo ejecutivo en una agencia de publicidad, sus campañas para grandes firmas como Movistar o Coca Cola, sus viajes, cenas, actos sociales... «Después de tantos años en este mundo de la publicidad ya no me hace ilusión mi trabajo, empiezo a ilusionarme por estas cosas», comenta mientras apunta a su hogar, al paisaje que divisa desde la ventana, a la vecina que ha llegado con unos productos de la huerta... «Renuncio a mi estatus profesional. En mi escala personal de valores me he dado cuenta de que vivimos rodeados de necesidades ficticias. Ganas mucho dinero para gastarlo en cosas bastante superfluas. De repente te das cuenta de que hay gente con menos dinero, pero mucho más rica en calidad de vida, en calidad humana».

Delfín ha terminado «harto» del frenético ritmo de Madrid, decidido a «romper con algo que no te satisface». La gota que colmó el vaso fue cuando a su hijo Diego le mandaron pintar cómo veía a su padre. «Me dibujó en un avión», cuenta con lágrimas en los ojos. «Ahí ya me dije que esto no podía seguir más así».

La familia emprende una nueva vida, alejada del mundanal ruido y desconectada de la televisión. Eso sí, sólo se rinden a los encantos del doctor House.