El desaparecido poblado de Sansueña, la denominada Ciudadela o Ciudadeja en la Edad Media asentada en los extramuros de los campamentos militares de Petavonium, es objeto lírico de la nueva obra del poeta Antonio Colinas. «Canciones para una música silente» (Siruela) será presentada mañana al mediodía en el salón de estar de la ciudad de Salamanca, en su plaza Mayor, con motivo de los actos de celebración de la Feria del Libro.

El escritor Antonio Colinas, con «Canciones para una música silente» vuelve a sus raíces, a Sansueña, a su entorno, a los lavaderos y la fragua junto a la casa de su abuelo en Fuente Encalada, el pueblo vidrialés que lo ha adoptado como hijo predilecto. Tras su reciente estancia en la India, invitado por el Gobierno de aquel país con ocasión de participar en un encuentro internacional de 50 poetas de 19 países para conmemorar el centenario de la concesión del Premio Nóbel a Rabindranath Tagore, Colinas aprovechó su estancia para pasar por tres universidades en las que se imparte español y asistir a un acto en el Instituto Cervantes.

Desde la India a Fuente Encalada, al reencuentro con sus orígenes, de regreso a la vieja fontana de la fragua. La única fuente manantial del pueblo y dentro de un ecosistema hídrico con unos lavaderos muy antiguos y varios manantiales enmarcados por pequeños huertos. Unos recuerdos de la niñez que le han servido de inspiración al poeta cuando estas instalaciones se encontraban en su plenitud, las mujeres lavando la ropa, el croar de las ranas, un lugar mágico pleno de sentimientos y emociones para este escritor del equilibrio interior.

«Canciones para una música silente» es un libro lleno de contrastes con ocho secciones como ocho estados de ánimo, ocho tiempos que reflejan sus vivencias en los lugares vividos. Asi fue encajando las piedas de este libro. «Me preocupaba su ordenación», decía ayer el escritor a este periódico en su casa de Fuente Encalada resaltando cómo en esta nueva obra «siempre hay una vuelta al orígen, a la infancia». La fusión del realismo y de lo lírico como contraste es manejado con maestría por el poeta Antonio Colinas en toda su obra. Un nuevo libro cuya música silente no se refiere a la música que escuchamos, sino a una música interior, que la sentimos. En palabras de Antonio Colinas sería «la música de las esferas de los pitagóricos o la música callada, la soledad sonora de Fray Luis de León que nos lleva al equilibro, al conocimiento, a un reencuentro con nosotros mismos». Es lo que para este maestro de la lírica «quizás el paso posterior a la música y a la palabra, sea el silencio, a una búsqueda de la plenitud del ser». No obstante, en toda su obra «al final los poemas adquieren el caracter de canción», resume el poeta el porqué del título «Canciones para una música silente».

Desde su estancia en Ibiza, Antonio Colinas llega con «canciones para una música silente» al Valle de Sansueña, al entorno de la Ciudadeja medieval junto al arroyo del Almucera, a su despoblado, a los muros, a las piedras, a los montes, a las piedras, a la fuente, a la fragua, a los gorriones, al límite quemado de Vallefondo en la cabecera de Vidriales, al «misterio de la semilla enterrada, como muerta, pero que da vida, al silencio y música. Música y palabra que calla, que debe callar por medio de silencios que hablan.... ¿Y si fuese la música el silencio?».

El escritor Antonio Colinas ( La Bañeza 1946 ) vivió su niñez en Fuente Encalada, en el valle de Vidriales que le ha servido de inspiración para muchos de sus poemas. El entorno natural de sus pueblos, de sus gentes, de sus montes y arroyos, de sus recuerdos y vivencias han convertido al Premio Nacional de Literatura, de las Letras de Castilla y León y, en Italia, Premio Nacional de Traducción, en un excelente ensayista y narrador con dominio de la palabra, de un género literario donde el poema adquiere un carácter de canción.