Enamorado de la historia y de los animales -en concreto de su pequeño beagle-, a sus 38 años el albéitar madrileño Gonzalo Giner decidió lanzarse al mundo de la literatura para aunar sus dos pasiones y así honrar la veterinaria. Ayer clausuró el ciclo de ponencias del X Congreso de Veterinarios de Castilla y León celebrado en el centro de salud Santa Elena. - "¿Qué hace un loco veterinario escribiendo novelas históricas?" fue el título de su conferencia de ayer. Bien, ¿qué hace?

Cuando tenía 13 o 14 años, decidí ser veterinario gracias también a una novela. Estaba leyendo un libro sobre un veterinario inglés que se llamaba James Herriot y eso me empujó a la profesión. Después de unos cuantos años y por una situación un poco casi terapéutica -en mi caso en un momento de tensión-, decidí escribir. Inicialmente las dos primeras novelas fueron más generales pero luego quise contar por ejemplo cómo era nuestra profesión en el Medievo y de ahí surgió "El sanador de caballos", una novela que tiene que ver con la España medieval y la conquista de Al Andalus queriendo así prestigiar también la profesión desde la literatura.

- Entonces, ¿honrar la veterinaria fue uno de los motivos que le impulsó comenzar a escribir?

Uno de los primeros motivos era dar a conocer cómo éramos y la importancia que tenía la profesión en el Medievo, pero también quizá había una imagen de la profesión insuficiente en cuanto a dónde venimos, qué hemos hecho, qué hemos sido, y con el pasado entiendes a veces el presente.

- ¿Cómo ha evolucionado la profesión?

La veterinaria era una profesión muy ligada al animal, en concreto al caballo. El caballo era alma de guerra cuando estaban los reinos cristianos peleándose entre sí y contra los musulmanes, pero también era el medio de locomoción y también era un poco el canje que hacía la nobleza con los reyes que luego les devolvía con tierras y posesiones. Por tanto, los veterinarios eran piezas esenciales, en algunos casos tenían casi más importancia que un médico porque el animal (el caballo), lo era todo.

Por otra parte, mi novela "Pacto de Lealtad" transcurre en el siglo pasado durante la Segunda República y comienzo de la Guerra Civil y en ella hago un homenaje a las veterinarias que pudieron estudiar la carrera. Hasta 1931-1932 la carrera estaba vetada a la mujer. No era una cuestión de "la mujer no puede" -aunque tampoco se les dejaba estudiar muchas carreras- sino que más bien era por un problema relacionado con la fortaleza física que entonces se entendía que se necesitaba para la profesión porque se trabajaba con animales muy grandes como mulas y vacas e incluso había determinadas herramientas como por ejemplo para la dentición de caballos que eran muy pesadas y que en aquel momento no se entendía que la mujer pudiese obrar. Entonces es un homenaje a esas primeras valientes que se atrevieron a estudiar una carrera cuando ni la propia sociedad lo entendía, ni los compañeros, ni los profesores. Eran muy poquitas pero todas fueron unas jabatas que sacaron adelante sus carreras, aunque alguna tuvo que dejarla porque luego les pilló la Guerra Civil.

- ¿Cómo se compaginan dos profesiones tan dispares?

Yo sigo trabajando de veterinario, no quiero dejarlo porque es mi primera vocación y además me encanta mi trabajo. Escribo de 4 a 7 de la madrugada todos los días y aproximadamente me lleva un año y medio escribir cada novela aunque salga publicada cada tres años por el tiempo de documentación, etcétera. Al final se logran compaginar porque me apasionan las dos cosas: mi trabajo de veterinario y el mundo literario en el que no dejamos de ser fabricantes de emociones. Vivo con mucha intensidad las dos cosas y cuando se quiere, se hace.

- ¿Qué rol desempeñan los animales en sus novelas?

Juegan un papel importantísimo porque no son meros personajes secundarios que recorren un poco el relato sino que tienen protagonismo. Todos los días estoy trabajando con ellos y forman parte de mi vida con lo cual no entendía que en mi literatura no estuvieran. Tanto en mi trabajo como en las novelas me encanta explorar la mágica relación que se puede producir entre un animal y una persona. Explorar esa relación de afecto e intentar entenderlos a ellos y que ellos nos entiendan a nosotros es algo que yo intento incluso a diario cuando trabajo en el campo: aprender a ver cómo se emocionan, qué tipo de emociones tienen, cómo se comunican, etcétera. Toda esa parte de documentación que quizá en otro caso a alguien que no es veterinario le resultaría complicada, para mí es muy fácil porque no necesito ni mirar libros ni mirar nada, solamente observo y saco esas especiales relaciones que nos regalan.

- Quizá esa necesidad de afecto o de comunicación de las personas es la que ha fortalecido el amor por los animales y en especial por los perros.

Sí, por suerte ahora tienen un protagonismo en la sociedad que no la han tenido en muchos siglos. Suplen muchas carencias, a veces afectivas, y sobre todo los perros tienen la virtud de la lealtad. Son capaces de estar siempre alegres, siempre estar dispuestos y nunca juzgarte, cosa que hasta los mejores amigos en un momento determinado te juzgan un comportamiento. Un perro no te juzga nunca. Siempre que llegas parece que no te ha visto en años y todo ese conjunto de cosas hace que sean muy especiales dentro de una casa.