A finales del año 2009, en el entorno del Alcázar se llevó a cabo una excavación, tanto en los asientos de los muros del monumento como en sus alrededores, para buscar restos arqueológicos e intentar recuperar la fisonomía original de las murallas. Con este objetivo, tras la excavación arqueológica practicada, se optó por colocar una malla textil y cubrir los nuevos hallazgos. Al parecer, según apuntaron entonces responsables municipales, el agua de lluvia acumulada en la zona provocó la cesión del terreno, lo que obligó a los arquitectos encargados de redactar el proyecto de la segunda fase de cerramiento de la cornisa sur de la ciudad a elaborar una memoria técnica para reparar el hundimiento. En un principio se llegaron a plantear distintas soluciones como colocar una malla o crear unos pasos para evitar que «la zona sufra presiones» y evitar así nuevas cesiones, ya que se trata de un terreno de cubrición temporal muy arcilloso. La excavación arqueológica realizada en la zona permitió hallar «arranques de estructuras» que se pretenden recuperar para dejarlos al descubierto, ya que proporcionarán una nueva visión de cómo estaba configurado el Alcázar y los sistemas defensivos de Toro, tras la primera repoblación de la ciudad. Este estudio formaba parte del proyecto de prolongación del paseo del Espolón, alrededor del antiguo Alcázar y que proseguirá por el barrio del Carmen, con el objetivo de unir toda la cornisa natural de la ciudad hacia el río Duero.