Ha dedicado cuatro años de su vida a escribir su primera novela, «El Dios de las praderas verdes» ambientada en Toro, Castronuño y Nueva York. María José Celemín analiza en esta novela a la sociedad de Castilla y León que, como ha asegurado en distintas presentaciones, no acepta ni la diferencia ni al diferente.

-«El Dios de las praderas verdes», ¿es su primera novela?

-«El Dios de las praderas verdes» ha sido calificada de «manifiesto», es decir, un documento en el que se tratan temas de interés público. Me ha llevado cuatro años elaborarla después de contrastar la experiencia con el estudio de tesis doctorales y ensayos, pero esta novela se llevaba gestando desde hacía veinte años. Lo que disparó la necesidad imperiosa de empezar a escribir fue la tragedia que supuso el hecho de no poder volver a Nueva York y las situaciones aberrantes y surrealistas que viví con los psiquiatras cuando pedí ayuda.

-¿Cuál es el hilo conductor de esta novela?

-Victoria, que es la protagonista de la historia, es una mujer altamente sensible, tiene una vivencia más espiritual que el resto, es una mujer creativa y entusiasta. El hecho de ser una adolescente bonita y con encanto complica las cosas porque se convierte en diana de las envidias de otras adolescentes y presa de depredadores. El acoso es tal que se va de su propio país a Nueva York. En Nueva York se da cuenta de que es aceptada y amada por los mismos motivos que es odiada y rechazada en Castilla y León.

--La primera parte del libro se desarrolla en Castronuño y en Toro, ¿cuál es su vinculación con ambos municipios?

--«El Dios de las praderas verdes» está en la reserva natural de Castronuño, justo por encima del carrizo que hay al lado del puente de la presa de San José; está también sobre los maizales que hay hacia la carretera de San Román de Hornija. Era el Dios que veía Victoria cuando era niña. El Dios del amor, de la ternura, de la compasión y de los primeros amaneceres. En Toro, Victoria tiene sus primeras experiencias adolescentes. En el mirador del Espolón y en la Colegiata, Victoria puede poner a salvo su espiritualidad del acoso que está sufriendo y también del ambiente de ocio del pueblo y de la ciudad donde no hay ninguna oferta que pueda satisfacer su inteligencia creativa.

--¿Por qué elige estas localidades para ambientar parte de su novela?

--El tramo que va desde la presa de San José; el carrizal del río; el camino arenoso de encinas de la reserva; los girasoles y los maizales de la carretera de San Román hacia Toro; la carretera de Villafranca de Duero hacia Toro y todo el regadío que la flanquea; la vega fértil del Duero; la imagen de Toro en el alto y sus calles empedradas; el barrio de la judería y la vista de bosquetes y tierras de regadío desde el Espolón; la plaza de Santa Marina, la calle de la Corredera con los arcos y el comercio tradicional de Toro. Todo ello tiene magia. Tiene un algo de oculto y una fuerza especial que no tienen otros lugares que están al lado. Me hace sentir conectada con esta tierra.

--Otra parte del libro se desarrolla en Nueva York, ¿pretende ofrecer en un mismo relato dos realidades distintas en un mismo mundo?

--Nueva York es la ciudad donde Victoria puede respirar. Allí descubre que no es un ser repugnante como le había, hecho creer las envidias de Castilla y León. En Nueva York su carácter entusiasta, emprendedor, abierto, espiritual, inocente, creativo y colaborador es acogido porque la diversidad es lo normal. En Nueva York, Victoria puede desarrollar muchas facetas a la vez. Castilla y León sigue teniendo el problema de que el trabajo hecho con las manos está mal visto. La sociedad, así, está encorsetada y no se atreve a emprender por el qué dirán.

-¿Escribir esta novela ha supuesto un arduo trabajo de investigación?

--Leer la tesis doctoral de Pedro Carasa Soto sobre las grandes sagas familiares del Valladolid de la Restauración en el siglo XIX ha sido determinante para saber de dónde viene la obligación que sienten muchos castellanos de ser obedientes y resignados. Los caciques de la Restauración decimonónica, para articular el modelo de sumisión y docilidad social del pueblo castellano, santificaron la obediencia y la resignación. La gente comulga con ruedas de molino. Esto ha provocado una gran neurosis individual y colectiva ya que las cosas no se hacen por seguir la voz interior sino por condescender y quedar bien con la gente. El libro de Juan José Millás sobre Nevenka Fernández fue determinante para darme cuenta de que Castilla y León es esa pecera que simboliza la máxima placidez, pero que en realidad es el lugar donde la depredación se produce en silencio.

--En distintas presentaciones ha asegurado que la sociedad de Castilla y León no acepta la diferencia ni al diferente, ¿cuál es la causa de este rechazo?

-La población castellana tiene que seguir vistiendo como las élites dirigentes para seguir declarando que pertenecen a la normalidad. La mentalidad dual vencedor-vencido y el hecho de que el franquismo no se haya declarado todavía oficialmente como un holocausto tiene implicaciones gravísimas en la democracia actual, y es que la gente, por miedo y por temor reverencial, no se atreve a ser quién es, y esto origina una sociedad asustada y uniforme.

--¿Cuáles son, a su juicio, los principales problemas de la región castellano leonesa y de pequeñas comarcas como Toro?

-En Toro, en concreto, hay una franja de población (matrimonios con niños) que tienen una mentalidad muy abierta y están dispuestos al cambio. Pero aún pesa el nacional-catolicismo de un modo sutil y muy subconsciente, el temor reverencial. En estas zonas, aquellos trabajos y oficios que podrían estar relacionados con el espíritu femenino; con lo referido a la espiritualidad y a la creatividad no existen. Sólo hay trabajos relacionados con la realidad patriarcal y, a veces, brutal.

-¿Qué solución aportaría a problemas como la despoblación o el conformismo?

--La batalla se puede librar en las generaciones de gente joven y en el hecho de tomar consciencia. La gente se ve impotente porque hay una gran parte de la población que aún apoya las antiguas estructuras. Los cambios en una nación vienen apoyados por una voluntad social mayoritaria. A veces, un solo individuo tiene la capacidad de crear cambios en su entorno. De hecho, en Toro y a pesar de las dificultades del entorno, hay gente que está llevando a cabo negocios que no son los convencionales y mejorando, con ello, la vida de otros.

--¿Esta obra lleva implícito un llamamiento a la sociedad?

-Hay un problema grave de baja estima en el pueblo castellano para emprender negocios que no sean los tradicionales. La gente tiene que atreverse, tiene que entrar en acción, no puede esperar a que se lo den todo hecho, o depender del buen juicio o de la buena opinión. Aún pervive en el imaginario castellano la idea de que deben confiar en la caridad de las élites dirigentes, que son las que van a proveer. Cada uno resalta por una habilidad concreta que hay que promocionar.

--Uno de los temas que analiza en esta obra es la violencia hacia la mujer, ¿cree que todavía muchas mujeres viven sometidas a prácticas machistas?

--Me hace gracia lo de todavía. La violencia contra la mujer es brutal. Hay una concepción en la sociedad castellana de que la mujer es radicalmente inferior.