El sol casi se ocultaba ya en el horizonte cuando a las ocho y media de la tarde se abrían los portones de la iglesia de San Frontis para que saliera en Nazareno, arropado por los sones del himno nacional.

El capellán José Ángel Rivera de las Heras había presidido la misa concelebrada en el templo, abarrotado de fieles, mayormente personas originarias del barrio o muy metidas en la hermandad, que siguieron la palabra acompañando al Nazareno, subido en su mesa engalanada con flores rojas. Tras la ceremonia, y una vez vaciado el templo de fieles, en un ambiente íntimo de cargadores y responsables de la cofradía, se desmontaron en un momento los brazos de la cruz para permitir el paso de mesa y figura por la primera puerta. Con el portón exterior cerrado, la imagen volvió a recuperar la compostura original y, terminada la tarea, muy lentamente, se volvieron a abrir las hojas para que el "Mozo" de San Frontis atravesara el zaguán.

En ese momento fue la primera vez que la banda de música del Maestro Nacor Blanco interpretaba una pieza durante el traslado procesional del Nazareno: el himno nacional. A lo largo del recorrido los aproximadamente 60 músicos de la formación que dirige Álvaro Lozano interpretaron las marchas procesionales de costumbre (la única prohibición, Thalberg), con especial protagonismo para las dedicadas precisamente al Nazareno de San Frontis y la Esperanza. En ocho procesiones tocará este año la banda zamorana.

La cruz guía esperaba ya en la calle Fermoselle y el barandales, Jesús Rodríguez Asensio (que cumple su cometido también al regreso con el Vía Crucis, en la Esperanza y el Santo Entierro) esperaba con las esquilas el momento de que el traslado se pusiera en movimiento.

La magnífica tarde primaveral animó a muchos zamoranos a acercarse hasta San Frontis o ocupar su lugar en la avenida del Nazareno. El Puente de Piedra, como es habitual, estaba vetado a los espectadores, por cuestiones de seguridad, pero nada más traspasar el viaducto las filas de curiosos estaban mucho más concurridas.

Se da la circunstancia de que la Semana Santa gusta a los jóvenes y la prueba era la corta edad de las personas que primero ocupaban los puestos de privilegio para ver el Traslado, convertido, si no en la primera procesión de la Semana Santa, sí en algo muy similar, un prolegómeno de la Pasión que oficialmente abre hoy el Espíritu Santo.

El paseo entre dos luces al lado del río y con la ciudad y su casco histórico al fondo deja una estampa de la procesión del Nazareno distinto al del paso por el Puente de Piedra, sin público, y por supuesto al de la subida hacia la ciudad y la llegada a la Catedral, ya de noche. El Martes Santo, bajará de nuevo a su barrio.