No tiene nada de novedoso afirmar que hoy en día hay más medios y facilidades que nunca para poder comunicarse con cualquier persona del planeta: poder hablar por Twitter con tu escritor favorito, contactar con todo tipo de personas en Facebook o compartir tus fotos por Instagram. Es innegable la utilidad que las redes sociales pueden llegar a tener: desde volver a encontrarse con familiares lejanos o amigos a quienes se les había perdido la pista hace años, hasta poder llegar a desarrollar exponencialmente un negocio familiar gracias a la expansión publicitaria que facilita Internet. Las redes sociales siguen evolucionando a un ritmo tan vertiginoso que hace casi imposible ejercer un adecuado discernimiento sobre las mismas.

Que la aportación sea mucha no significa que ocultemos riesgos y peligros que también, de forma creciente, llevan consigo. Son un arma de doble filo sencillamente porque estas redes sociales pueden conseguir efectos bien contrarios al fin para el que fueron creadas. A menudo nos alejan de nuestra gente más cercana o incluso pueden llegar a destruirnos socialmente; si no, que se lo pregunten al terrorismo islámico que aprovecha las vías digitales para reclutar jóvenes descabezados y desalmados. Pero no hace falta ir tan lejos para reconocer que, cada vez más, en nuestros hogares o encuentros con amigos se está sustituyendo el contacto directo por el virtual; gracias a esa proliferación de "aparatitos" diversos, al uso abusivo que hacemos de ellos y a la escasa preparación recibida para convivir adecuadamente con ellos, desde la libertad personal y no desde la más absoluta dependencia.

Tampoco se esconde el hecho de que los medios de comunicación más tradicionales (prensa, radio y televisión) han ejercido una gran influencia en el comportamiento humano, en las decisiones personales y colectivas; y no siempre para bien en el rumbo de nuestra historia reciente, en nuestro país y fuera de él. Evitaré poner ejemplos que revuelvan a quienes se ocultan en su anonimato para mentir y despellejar en las cloacas digitales que, ya ven ustedes, también para eso sirven estos medios modernos. Entonces, si las redes sociales ya parecen haber superado a los medios tradicionales, me bombardean estas preguntas: ¿qué se puede hacer por una información libre y responsable?; ¿es de recibo que todas estas redes sean controladas solo por unos pocos, sin escrúpulos ni transparencia?; ¿cómo evitar que nos aboquen a decisiones que no siempre coinciden con nuestros criterios, valores y convicciones?; ¿cómo hacer que esta revolución digital sea la revolución de la humanización del mundo?, ¿del desarrollo, el equilibrio y la solidaridad entre los pueblos?, ¿del entendimiento entre culturas y naciones?