La frase que encabeza este artículo da escalofríos y define el ¿futuro? de pueblos y comarcas de Zamora y de Castilla y León. La pronunciaron, con la rabia que brota del dolor y la impotencia, varios ganaderos durante el debate, organizado el jueves por la Unión de Pequeños Agricultores (UPA), sobre la posible convivencia entre lobos y ganadería. La palabra "convivencia" iba entre interrogantes. Y sobre esos interrogantes giraron casi todas las intervenciones. ¿Es posible esa coexistencia sin que pierda una de las partes? Los ganaderos lo ven muy negro. Tan negro que la mayoría amenaza con vender sus rebaños y abandonar la profesión. Y dan razones: pérdidas no compensadas (abortos, animales heridos, lucro cesante); aumento de los gastos (vallados, alimentación de los mastines); fuerte merma de su bienestar y salud (tener que estar todo el santo día al cuidado de los rebaños y vacadas sin que las cercas tradicionales sirvan para nada); preocupación constante, noche incluida, y daños morales y personales irreparables cuando acuden de mañana a su explotación y ven el desastre: diez, veinte, treinta ovejas muertas, terneros comidos, novillas heridas, perros agonizantes?La verdad es que sus testimonios (nacidos en Sanabria, Sayago, Tierra del Vino, Ávila, Asturias) estremecían. Y algunas de las imágenes de los efectos de las lobadas te ponían más de un nudo en la garganta. Siempre recordaré la expresión de tristeza, pena y desaliento de un ganadero joven ante el cadáver semicomido de un ternerillo. Sus ojos lo decían todo.

¿Convivencia? Sí, claro, puede darse pero no es fácil, especialmente si la población de lobos sigue aumentando y no llegan medidas nuevas e imaginativas que abran ruta hacia la solución del problema. Jesús Palacios, jefe de Espacios Naturales y Especies Protegidas de la Delegación de la Junta en Zamora, explicó varias veces las normas legales existentes y lo que tienen que hacer los ganaderos ante una lobada. Vino a resumir: esto es lo que hay y lo que marca Europa. Dirigentes de UPA y ganaderos aceptaban a regañadientes esas palabras ("no hay otra alternativa"), pero pedían trato diferencial allí donde hay muchos cánidos y la elaboración de un mapa lobero que refleje la situación concreta y marque las zonas donde el lobo puede estar y los que no.

El debate, lógicamente, acabó en tablas para enfado de los ganaderos asistentes, que querían soluciones expeditivas y ya Y que dejaban en el aire preguntas de difícil respuesta. Por ejemplo, si en Francia hay censados solo unos 200 lobos y se autorizan batidas, ¿por qué en Zamora, con 400 ejemplares, no se hace algo similar o en Castilla y León, con unas 2.000 alimañas? Por esa vía transitó la hija de Félix Rodríguez de la Fuente, quién recordó unas palabras de su padre: "Solo tiene que haber lobos donde pueda haberlos", es decir nada de que se introduzcan en lugares donde habían desaparecido hace siglos y donde la ganadería extensiva es incompatible con la pervivencia del lobo en estado salvaje.

Los análisis y discusiones entraron en un ámbito económico, social y demográfico. Si los ganaderos, desesperados, cierran sus granjas o no hallan relevo generacional, ¿qué porvenir, ya de por sí oscuro, espera a los pueblos? La ganadería sujeta población; hay que estar cerca de los animales. Si se acaban esas explotaciones, se acaba la vida rural. Y eso, desgraciadamente, continúa sin entenderlo una sociedad como la zamorana. Quejas por la despoblación, por la falta de industrias, pero los problemas del campo, como si no existieran. Cosas de los paletos. Nosotros, a lo nuestro.

Tampoco lo entienden los llamados ecologistas o conservacionistas. Que me perdonen si me equivoco, pero no conozco ni uno solo que viva en un pueblo. Me gustaría saber si seguirían pidiendo lobos hasta debajo de la cama tras ver esas terribles imágenes del ternero muerto que describí antes. Manifestaciones en la Puerta del Sol, firmas, redes sociales, etc, etc cuando aparece un lobo muerto. Nada de nada de nada cuando el cadáver es de un choto, un cordero o un cabrito (bueno, en este caso, ya veríamos). En el debate de la UPA les mostraban dos caminos: que vayan poniendo dinero, suyo no de la Administración, en una cuenta para pagar los daños de los lobos; si quieren lobos, que los paguen. Y segundo, que dejen por unos años sus puestos en Madrid, Bilbao y demás, compren unas ovejas y se vayan a la Sierra de la Culebra, donde hay municipios que ofrecen pastos gratis, o casi. Sabrían lo que es bueno.

Y mientras tanto, quédense con el título de este artículo: "Nacen menos niños que lobos". ¿Hacia dónde nos lleva?