Dice Filemón que "no se puede llevar bien la cosa de las elecciones con candidatos en la cárcel". Pero, si en vez de decirlo él, lo hubiera dicho Mortadelo, la oración se tornaría en pasiva, es decir, que "con presidiarios que se presentan como candidatos no se puede llevar bien la cosa de las elecciones". Y es que siempre las cosas dependen del color del cristal con que se miren, o de la cara del poliedro por el que entran y salen los rayos de luz, si es que llega a existir luz en la cosa de las elecciones.

Pero que no sea por no callarse, ya que lo importante es soltar alguna extravagancia para salir en los periódicos. Porque si los medios se olvidan de los políticos, éstos no tienen nada que hacer en la cosa de medrar, influir o molestar a los votantes y a los no votantes, a los incondicionales y a los dudosos, a la oposición y a los que pasan de todo, a los que van siempre a verles y a los que pasaban por allí.

No se sabe muy bien si el fulgor de la declaración de independencia en Cataluña llegó a tener categoría de "golpe de estado" o se quedó en un "golpe al estado", pero, en cualquier caso, sí que ha quedado claro que algunos se saltaron las reglas, determinadas leyes, y el contrato firmado entre las partes en forma de Constitución. Y se las saltaron, simplemente porque no les gustaban. Más o menos lo que nos viene a ocurrir a cualquiera de nosotros, cuando una vez conseguido un préstamo con un banco, no nos gustan determinadas condiciones, y, consecuentemente, nos gustaría cambiarlas, pero lo cierto es que tenemos que aguantarnos, porque las hemos firmado. Cosa parecida ocurre cuando nos llega una multa de tráfico, por haber superado la velocidad permitida en determinado tramo; en este otro caso desearíamos que cambiaran la norma para nosotros, que nos aumentaran esa velocidad máxima permitida, porque nos consideramos más capacitados que nadie para conducir por cualquier carretera. Pero, la cosa no va por ahí, sino que tenemos que apechar con la multa, los puntos o lo que sea. Porque las leyes están para algo, ya que, de no llegar a aplicarse, se correría el riesgo de pasar de un estado de derecho al "co? de la Bernarda, o a algo parecido.

Si alguna cosa no nos gusta estamos eh nuestro derecho de pelear enconadamente por cambiarla, pero con métodos amparados en la legalidad, para que todos dispongamos de igualdad de oportunidades, y no estableciendo excepciones. De nada serviría presentarnos en el banco haciéndoles una pedorreta, y exigiendo que nos cambien las condiciones del préstamo, si no nos ampara alguna ley, aunque sus cláusulas fueran leoninas. Pero en el caso de Cataluña parece que, si valen esas o parecidas acciones, ya que todos hemos podido ver cómo se cortaban autopistas o se paraba la circulación de los trenes, sin que la policía hiciera nada por impedirlo.

Es peligroso pasar por alto ese tipo de actuaciones, considerándolas como válidas, por el mero hecho de perseguir, según algunos, fines patrióticos o políticos, porque siempre van a quedar ahí los posos de unos antecedentes que permitirán en el futuro perpetrar cualquier otro tipo de felonía, en cualquier otro lugar, en cualquier otro momento. Mismamente aquí, en Zamora, a quien no le gustaría verse en pleno zafarrancho de una manifestación populista reivindicando lo que a otras regiones no se les ha negado ¿o es que alguien está conforme con tener que ver como la despoblación y el paro cabalgan de San Lázaro al Alto de los Curas, a lomos de cinco caballos negros, como los jinetes del Apocalipsis?

Es un hecho latente la insolidaridad de las regiones más ricas, y fácil comprobar que es inversamente proporcional a su PIB y a su renta per cápita, con claros ejemplos en Cataluña y en el País Vasco. Pero, a lo peor tienen razón en algunas de sus argumentaciones, porque no se les puede exigir una solidaridad sine die, sino durante un plazo determinado, el suficiente para que, las regiones menos favorecidas, puedan ponerse en condiciones de competir. Y eso lo deben resolver los políticos, y los gobiernos de turno. Pero no lo han hecho hasta ahora, cosa que no es de extrañar, porque con gestionar la corrupción que ha anidado en sus partidos no les ha quedado tiempo para preocuparse de sus votantes.

Pues eso, que ya está bien de tener que preocuparnos de cambiar las oraciones activas por pasivas o por perifrásticas, para llegar a enterarnos de las cosas. Que nos dejen de tomar por borregos, porque no nos van a engañar, por muy enigmáticos que se pongan, por mucho que pretendan abusar de nuestra atávica individualidad. Porque tenemos claro que la función del poeta es hacer versos, la del pintor pintar, la del policía vigilar y la del político solucionar problemas y no crearlos.