Las siete de la mañana es una hora muy significativa. En la gran ciudad, un día festivo, a esa hora puede verse una calle totalmente desierta. No se ven los peatones distanciados de otros días y la calzada está libre de vehículos. El silencio es plenamente reinante. Incluso en los edificios de viviendas, algunos de decenas de vecinos, los ascensores están disponibles, sin excepción, y las puertas permanecen constantemente cerradas. Puedes tomar el periódico sin espera ninguna y leerlo sin que ruido alguno te interrumpa. Aunque permanezcas en el portal durante un cuarto de hora, no tienes que saludar a nadie, si no es alguna persona madrugadora que sale, también, a comprar el diario. Tampoco está abierto cualquier despacho de periódicos; sí sirve -como cualquier día- el del número 26 de mi calle.

Te imaginas, a la vista del panorama urbano, la inactividad en las fábricas y otros establecimientos que a diario rebosan de actividad; esto hace que los vecinos de tales actividades descansen tranquilos, sumidos en el silencio del día festivo. Los empresarios sufren por la preocupación que les puede producir la merma de producción de su negocio; los obreros de esas empresas, disfrutan, por una parte, del beneficio que les proporciona el día festivo; por otra, tal vez, contemplan con cierto temor el posible cese de la empresa que les proporciona "el pan suyo de cada día". Los que sí disfrutan, normalmente, al 100% son los funcionarios, sobre todo los del Estado, porque ese día cobran igual que los demás días y gozan del descanso de la mañana a la noche.

Precisamente un día festivo del 6 de diciembre goza generalmente de esas características en casi toda España. Este relax ha proporcionado, desde 1978 la Constitución Española, votada aquel día en que, por primera vez, vacó toda la nación. Más que cualquier otro día festivo, hoy se ha advertido esa inactividad descrita arriba. Cualquier otro día festivo hay en las calles alguna persona cuya profesión la llama al trabajo, incluso, para algunos, de una manera especial, por ese carácter festivo de las actividades, incrementadas el algunos sectores el día del descanso (casi general) de la población. El Día de la Constitución, la soledad de la calle es total en las ciudades españolas.

No obstante, ha sucedido, quizá por primera vez este año, que en la querida Cataluña no ha sido así: las autoridades catalanas han decidido, de acuerdo con su anhelo de independencia, que los funcionarios de aquella comunidad autónoma trabajen ese día 6 de diciembre, como otro martes cualquiera. Hay que significarse de alguna manera como territorio independiente; y la mejor manera, indiscutiblemente, es romper esa norma de forzado descanso en la España supeditada al opresor Gobierno central: los funcionarios catalanes, al contrario de los esclavizados funcionarios de España, tienen que disfrutar del gran beneficio que trae el trabajo. ¡A disfrutar trabajando!

Así pensarán el señor Puigdemont y compañía: somos independientes; y, mientras los esclavos españoles descansan estos días de fiesta, proporcionados por su esclavizadora Constitución, nosotros, que somos independientes (y libres, por tanto) tenemos que disfrutar del "divertimento" que proporciona el trabajo: el obrero, a la fábrica, el oficinista a su despacho, y el concejal a disfrutar del "far niente" en su despacho. Supongo que los ciudadanos catalanes -como hacemos los de toda España- pensarán: al fin y al cabo los políticos no extrañarán ese día seguir no haciendo nada de provecho para el pueblo; en eso son como los funcionarios del resto de España: cobran igual que los demás días, aunque ellos (los políticos) tampoco hagan otros días algo que merezca la pena .

Pero los funcionarios catalanes no aceptarán con esa tranquilidad el "placer" de trabajar ese día, mientras los funcionarios del resto de España se privan agradablemente de ese oneroso placer. Y, al menos por un día, entenderán que no es tan bueno ser "independientes". Ellos preferirían "depender" del Estado central y disfrutar (ahora sí) de ese día de asueto. ¡Ojalá ese razonamiento reste algunos votos al afán secesionista de los políticos catalanes! Algún bien se seguiría para la unidad de España del magnífico día de fiesta constitucional del 6 de diciembre.