Salvo en regímenes totalitarios, no es ser valiente manifestar en una entrevista periodística aquello que uno piensa. Menos aún si es algo que, con unas u otras palabras, uno ha venido diciendo con frecuencia a lo largo de los años. Aún menos si resulta que lo que uno manifiesta públicamente es lo que escucha habitualmente decir en conversaciones cara a cara o en tertulias a amigos y conocidos, a desconocidos y, sobre todo, a aquellos que formalmente militan en unos postulados de los que cobran y, mientras ejercitan sus cuellos y abdominales en convenientes genuflexiones, todo lo brindan a que el tiempo cambie lo que ellos no se atreven a intentar cambiar.

No, valientes son los cooperantes que dejan atrás economía y comodidades para prestar su servicio a aquellos que más lo necesitan de entre sus conciudadanos o en cualquier lugar del mundo, interponiéndose entre las víctimas y la injusticia, entre los rifles y los cuerpos inermes, entre la pobreza y los hambrientos. Valientes quienes, civiles o miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad, se enfrentan al terror cara a cara. Valientes son los parados de larga duración a los que se les van acabando los recursos y las ayudas y mantienen los arrestos para sacar adelante a los suyos con el aliento de la esperanza y la fuerza de la constancia. Valientes quienes arriesgan su vida enfrentándose al abuso, la injusticia y la violencia.

El resto, como mucho, podremos aludir al sentido de la responsabilidad, a la conciencia o a los principios y convicciones pero no a la valentía. Lo cual viene a cuento del eco de mis respuestas en la ya bastante célebre entrevista de hace quince días. Agradezco a todos la lectura de la misma y los comentarios al respecto, tanto los favorables e incluso entusiastas como los críticos. A todos agradezco pero frente al término que más me ha llegado, contradigo, no fue valentía.

Entre medias he leído a Darío Villanueva, director de la Real Academia Española, ratificando mi convencimiento de que "la corrección política es la forma más perversa de censura" lo que inmediatamente trajo a mi memoria -perdón por la incorrección- un fragmento de una canción del italiano Franco Battiato, "a rebelarse, estúpidos, que el agua de los ríos desciende muy crecida".

Dicho todo lo cual y en contra de lo que también algunos han sospechado, deseado, temido o despreciado, pienso seguir pensando y diciendo lo que pienso, sin excesiva incorrección política pero sin demasiados trampantojos y no, no voy a ser candidato a nada por ningún partido en estas elecciones que absurdamente han de celebrarse de nuevo. Lo que sí haré será incrementar mi grado de compromiso con aquellos que quieran sumarse a que Zamora se rebele frente a la inercia ante la que sucumbe.

Alguien muy joven pero muy inteligente me dijo haber escuchado que son quienes más pueden quienes más responsabilidad deben asumir en su compromiso. No puedo mucho, pero ahí estaremos. Ojalá con muchos jóvenes y muchos inteligentes.

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