Lo de la cabalgata de Reyes de Zamora todavía colea, y no para bien, en las redes. Como colea la cabalgata de Madrid, la del Puerto de Santa María y tantas otras de la nueva era política patria. Ni entro ni salgo más en el tema. Lo que en verdad no ha sentado ni bien ni medio bien es la supresión de la ya tradicional visita a las residencias de ancianos con la embajada real. Quienes años atrás encarnaron a sus egregias majestades han llorado de rabia y de indignación al enterarse.

Se le ha echado la culpa al alcalde y no me parece justo que así se haga. Aunque bien es verdad que el alcalde, Francisco Guarido, ha perdido una oportunidad de oro al no materializar unos momentos únicos e inolvidables con unos colectivos sociales a los que su partido político dice defender y apoyar. Al alcalde se lo dieron hecho y simplemente se dejó llevar. Pero, repito, se perdió una oportunidad que solo se repetirá de recuperar la tradición que, tontamente o vaya usted a saber, se suprimió por parte de una organización que no ha brillado en esta ocasión por su inteligencia, su buen gusto y su humanidad.

Yo he visto a muchos ancianos con los ojos brillantes y llenos de ilusión, como si de niños se tratara, en esa visita real. Como he visto a unos tiarrones hechos y derechos, travestidos de Magos de Oriente, llorar al comprobar lo que algo tan simple pero tan hermoso a la vez puede hacer con un colectivo que se asemeja a los niños. Y les he visto dialogar con los ancianos y emocionarse con sus ocurrencias y preguntas. Y se aprovechaba para llevar algún que otro presente comestible al Hogar Reina de la Paz.

Alguien decidió que eso estaba obsoleto y se lo cargó sin contemplaciones. Todos somos jubilados en potencia y quién sabe si algún día? Eso no ha salido en las redes sociales, pero ha sido muy mal visto por todos los zamoranos que conocen la vieja costumbre anclada en la tradición real que permitía a Melchor, Gaspar y Baltasar hacer una serie de horas extra que tan buen resultado daban. Lamento la oportunidad perdida por el nuevo alcalde y su equipo de Gobierno.

Ahí es donde deben hacer fuerza. Con colectivos como los de ancianos y niños, sobre todo si son desfavorecidos, si están solos, para mostrarles, como poco, afecto. Porque son colectivos que lo saben agradecer con una mirada, con una caricia, con una palabra e incluso con un silencio. No se les puede despachar de la vida municipal como se ha hecho en esta ocasión. Y, repito, la culpa no la tiene el alcalde aunque bien podía haberse informado.

Si se aprende de los errores, si se tiene la necesaria gallardía para reconocerlos, si se actúa con humildad en lugar de con altanería y suficiencia impropias en nuestros tiempos, la cosa iría bien. Lo malo es que no se ha escuchado ni una sola disculpa. No se ha entonado el mea culpa que tantos estaban esperando, como si con el silencio se pudiera borrar la mancha de indiferencia que salpica la historia de la cabalgata de 2016.