Bercianos de Aliste puso ayer el punto y final a una Semana Santa marcada por la implicación de todo un pueblo, hombres y mujeres, niños, jóvenes y mayores, residentes y emigrantes, todos unidos, juntos que no revueltos, cultivando los valores y las tradiciones heredadas de sus antepasados, unas costumbres consuetudinarias, que desde la religiosidad, el recogimiento y e respeto, durante alrededor de cincos siglos, han contribuido a definir sus señas de identidad.

La campanas de la iglesia de San Mamés volvieron a repicar y a voltear mientras los hombres sacaron a Cristo a hombros por un lado y las mujeres a su madre la Virgen María por otro, bajando por las empinadas calles de Bercianos para producirse el encuentro en el centro del pueblo donde, entre cánticos y rezos, cambiaron las vestimentas de luto y dolor por las de color y alegría para volver juntos al templo donde tuvo lugar la celebración.

La cofradía del Santo Entierro ha afrontado a lo largo de los últimos años la restauración de su principales imágenes. Primero, en Madrid, le tocó el turno a la Cruz Parroquial de Plata (emblema de la parroquia que porta el Mayordomo de la Iglesia en los principales actos religiosos). Posteriormente en Simancas (Valladolid) se recuperó el Santo Cristo, la Urna Mortuoria y las Bulas concedidas por Paulo III a la Vera Cruz.

Ahora se ha considerado que le ha llegado el turno a la Virgen Dolorosa, parte histórica e imprescindible de la Semana Santa de Bercianos. La idea es poder restaurarla y que este lista para la Pasión de Cristo de 2017.