El Parque Natural Arribes del Duero y la propia villa de Fermoselle lucen estos días colores de primavera gracias a la floración espectacular de los árboles frutales. También los campos han dejado ya el tono grisáceo del invierno y comienzan a vestirse de colorines prestados por las flores de las primeras hierbas.

La floración de los almendros proporciona a Fermoselle y su entorno un adorno más que agradecido, porque los árboles rebosan en estos momentos de pétalos rosáceos o blancos, según la variedad del árbol. Pero igualmente aportan su textura al espectáculo floral otras especies de gustoso fruto que ahora mismo exponen el fulgor de sus pétalos como es el caso de los ciruelos, los melocotones, los albaricoques y otros frutales que no quieren quedarse atrás en el ciclo vegetativo.

José Campos Seisdedos está entre los vecinos que pasean por la Ronda de Fermoselle, que da cara a los Arribes del Duero, y que disfrutan del paisaje casi espontáneamente transformado por una explosión de color y verdor. Habla de las distinta flores según se trate de almendro de variedad «desmayo» o de la «marcona» e incluso de la «margosa»; así llamada porque amarga tanto que, según dice, «no hay quien la coma».

Pero la floración aparece tanto o más radiante en las mismas vertientes del casco urbano, a uno y otro lado del Castillo. Julián Miranda es un hombre afable que solo tiene que mirar a través de los acristalados ventanales de la carpintería para regocijarse con la asombrosa naturaleza que salta a los ojos.

Y es que la vista se recrea estos día de luz y calor enormemente con semejante visión primaveral. Trinidad Nieto López, que lleva décadas alejado de Fermoselle, recorre la zona acompañado por Ana María y lo hace cámara en mano para inmortalizar la admirable visión que se ofrece por todas las partes. «Lo veo todo muy bonito porque empieza la primavera», expresa este fermosellano, que trabajó en las presas de Castro y Saucelle, luego fue ferrallista en Avilés y terminó conduciendo autobuses en Barcelona. Afirma que su apodo es «carnero» por parte de madre, y «patachica» por parte de padre, llamado así porque su progenitor era muy alto. De hecho, y tal como demuestran sus viejas fotos, a Trinidad Nieto nadie le igualaba en altura. Sorprende sobremanera el nombre de Trinidad para un hombre, a quien todos le llaman Trini. Todo le vino impuesto y lo lleva con gracejo. «Conocimos a un cura y dijo que Trinidad es mas de hombre que de mujer, porque Trinidad viene del Padre, Hijo y Espíritu Santo» manifiesta mientras mira y casi huele las flores de su pueblo.

También el sacerdote de Fermoselle Isaac Prieto camina por el paseo de La Ronda y halla expansión y relajación en el bello panorama que muestra el campo.

Los miradores de Fermoselle, especialmente el Castillo y las terrazas que ponen ante las retinas la zona de huertas y fincas salpicadas de frutales, son estos días atalayas predilectas y más solicitadas porque desde sus alturas puede contemplarse a placer la floración.

Aníbal Veloso está entre los afortunados porque cuenta con un mirador que hace las delicias de todo el que lo ocupa. Desde su posición aparece la esplendorosa campiña que es motivo de observación y de fotografía. Un gato le acompaña y tampoco el felino quiere perderse el atractivo avistamiento floral.

El fenómeno de la floración, que se extingue en dos semanas y ya está en fase de declive, es otro de los alicientes que tiene el Parque Natural Arribes de Duero para despertar el turismo. Todos los años hay quien visita el arribe fermosellano para gozar del regalo primaveral.

Los árboles rebosan vida y hasta los pájaros trinan encantados de su suerte, pues revolotean deseosos de emparejarse y formar familia entre la olorosa enramada.