Familias enteras de Tierra del Vino y Guareña se emplean a fondo durante estos días en tener a punto la mercancía ajera con la que acudirán a Zamora durante las Ferias y Fiestas de San Pedro. Ajos gordos, terciados y pequeños que primorosamente son engarzados en hilos de 15 cabezas.

Abuelos, padres, hijos y amigos se implican en una tarea que aseguran resulta rentable «pero exige muchísimo trabajo».

Los ajeros trabajan así durante interminables jornadas con el fin de tener a punto el producto que llenará los puestos de la Avenida de las Tres Cruces de la capital.

El «enristrado» de ajos es un arte que se aprende de padres a hijos. Las nuevas generaciones tienen menos pericia, pero también van aprendiendo un oficio que se practica casi siempre en grupo y que lleva implícito el trabajo colectivo y también la chanza y la alegría propia de la recolección.

Muchos pueblos de Tierra del Vino y la Guareña desprenden estos días un olor particular, el que desprenden las cabezas de ajo, lustrosas y armónicas colgando de las ristras.