Del rezagal del último herrero de Morales de Rey ya no han vuelto a salir ascuas. Su fogón se apagó hace dos décadas cuando el vecino Andrés de Paz Jañez dejó de soplar fuelle. Su quehacer, su oficio que venía compartiendo hasta años atrás con otros herreros locales, ha dejado un testimonio vivo en el pequeño edificio junto al Regato, ese pequeño caño que recoge las escorrentías del agua de lluvia procedentes desde lo alto del monte.

Un testimonio del desaparecido oficio llevado a cabo día tras día, año tras año, sin parar, en la fragua del pueblo de Morales de Rey a donde los vecinos acudían a herrar su ganado en el potro que se encontraba junto a la fachada del inmueble. La estructura de madera para el herraje era compartida en las tareas con el azaroso golpe del rojo metal sobre el yunque para su moldeado. No pocas herramientas de trabajo fueron recuperadas en la fragua de Andrés de Paz. A base de dejar el hierro incandescente entre las brasas del rezagal. El calor de la lumbre procuraba además los encuentros vecinales en las frías tardes de invierno.

Las cuitas labradas en este antiguo edificio municipal forman parte de ese testimonio vivo que el Ayuntamiento ahora recupera a través de la restauración del inmueble cuyo destino actual residía en un almacén. Su reconversión servirá como ejemplo didáctico para las futuras generaciones de uno de los oficios más señeros y nobles

Una empresa local de construcción, Felipe Cobreros, se encarga de rehabilitar fielmente el edificio. La cubierta ha tenido que ser sustituida en su integridad debido a su deficiente estado. Los paramentos de tapial y de piedras, y algún que otro adobe, permiten descubrir las señas constructivas más genuinas de la zona al ejecutar el esmerado trabajo de sacar a la luz una humilde factura de obra.

Su interior será acondicionado posteriormente por los alumnos del taller de empleo para que sirva como ejemplo didáctico de uno de los oficios más nobles ya desaparecidos, el del herrero.