Hubo una época en la que no existieron los teléfono móviles, ni la mensajería instantánea, ni los ordenadores con los que poder hablar a la vez que se ve a las personas, aunque estén en la otra punta del planeta o conectadas en el hemisferio contrario. Eran tiempos en los que "los pueblos eran como una familia", según explica Sara Rodríguez Frey, primera telefonista del municipio de San Cristóbal de Entreviñas, donde actualmente pasa los meses de verano.

El pasado 1 de agosto cumplió 93 años y al preguntarle por su etapa como telefonista aún le brillan los ojos. "No quedó un recado por entregar", indica orgullosa la mujer que siendo chica se presentó a las pruebas convocadas por el Ayuntamiento y de las que resultó elegida para dirigir la centralita que instalaron en su casa. "Daba telegramas, avisos de conferencias y noticias de todo tipo", explica Rodríguez, casada con Cándido Ferrero Huerga, el herrero, con quien tuvo cinco hijos, que en muchas ocasiones le ayudaron en la transmisión de los recados.

Ni un recado sin dar

"Me decían que no tenía obligación de ir a las casas, pero yo nunca dejé al pueblo sin servicio", afirma Sarita, como mejor la conocen en el pueblo. Ella fue la encargada de anunciar a las familias asuntos de gran relevancia, como son los nacimientos, la aprobación de las oposiciones de los que entonces tenían la suerte de estudiar fuera de casa o la alegría de los que habían encontrado trabajo. También transmitió tristes avisos, como accidentes o fallecimientos. Por eso, aunque tenía fijado un horario de atención al público, las puertas de su casa estaban abiertas veinticuatro horas al día. Su marido se encargaba de avisar a los vecinos cuando era de noche, guiándoles hasta la centralista y devolviéndoles luego a su casa, candil en mano, pues en la época no había alumbrado público. "Antes un pueblo era todo una familia, ahora es distinto, las relaciones de la gente no son como las de hace años", apela nostálgica.

Primera cabina, en 1977

Tras la instalación de la centralita que gestionaba Sarita, se comenzó con diez líneas que pertenecían a gente como el médico, el Ayuntamiento, el alcalde u otros oficios como fábricas de quesos, tienda de comestibles o la panadería, por citar algunos ejemplos. Posteriormente se aumentó a treinta líneas y se cerró cuando había 54 teléfonos, en el año 1977, instalando en su lugar una cabina en el pueblo, ubicada en el mismo punto donde se encuentra actualmente.

Sara Rodríguez Frey continúa usando el teléfono, ahora móvil, para llamar a familiares y amigas, algo que cuando empezó como telefonista le parecía "impensable", según describe la emisaria más conocida de San Cristóbal de Entreviñas, calificada como "una mujer muy adelantada para su tiempo" por sus hijas.