La fiesta del convento como se denomina en san Román del Valle la procesión de la Virgen, desde el pueblo hasta las ruinas del antiguo monasterio franciscano, todavía rezuma sabor y olor romero. Ya no son aquellos años atrás cuando el camino que separa San Román del convento se llenaba de romeros, a pie, a caballo o en carreta teniendo como guía la esbelta torre y queriendo competir en atracción de las miradas con los pendones de las localidades vecinas, de san Román del Valle, Villabrázaro, Paladinos, La Torre, Maire de Castroponce y Fresno de la Polvorosa en la provincia zamorana, y de las localidades leonesas de Audanzas y San Adrián del Valle.

Los participantes en la soleada jornada romera de ayer realizaban el mismo recorrido, aunque ya no son tantos los romeros y también menos pendones ondeando sus paños al viento. Únicamente las enseñas de San Román y de Pobladura del Valle participaron ayer en la comitiva. Eso si, Nuestra Señora la Virgen del Valle recibía el canto de la Salve a su salida del pueblo como siempre se ha hecho, con el baile de la imagen ataviada con sus mejores galas por un grupo de portadoras luciendo también elegantes trajes tradicionales.

Los pendones abriendo el desfile, seguidos por el ramo de las roscas de la Virgen, la imagen del Niño Jesús y la de la Señora del Valle.

La explanada junto a las ruinas del convento servían de escenario para una misa en la que los devotos rindieron homenaje a su venerada imagen con una ofrenda floral. Este es uno de los actos más emotivos de la cita romera. Por la tarde, la Señora era procesionada por las calles del pueblo acompañada por el grupo de danzas regionales «Bajo Duero» y se finalizaba la fiesta del convento con el tradicional reparto de avellanas y el sorteo de las roscas del ramo y una verbena.