Esther Bermejo

«La paciencia es la principal actitud que hay que tener para enseñar a nadar a los más pequeños», aseguraba Elena Prieto, entrenadora acuática, ya que los preescolares, con su corta edad, extrañan a sus padres y el llanto se convierte en algo frecuente en estos cursos estivales.

Más o menos media docena de preescolares acuden desde ayer y hasta el quince de julio a las piscinas municipales de Benavente para comenzar a desenvolverse en el medio acuático. Este curso de natación de verano empieza con un único grupo. Se necesitan unos días para comprobar el nivel del alumnado, según Prieto, y pasada una semana dividen a los niños dependiendo del nivel, «a algunos que pueden, ya a la semana, meter la cabeza, no tienen miedo y se puede avanzar un poco más con ellos, pero otros, que nunca habían sido metidos en el agua, se muestran más reacios a tomar diferentes posturas dentro del agua».

La técnica utilizada para iniciar a los más pequeños en la natación se basa en el uso de «churros» y «tablas» de poliestireno. Con estos instrumentos acuáticos los niños y niñas comienzan a quitar miedo al agua. Se realizan diferentes posiciones en el agua, «gatear, levantar las pies, desequilibrios, y más adelante que vayan metiendo la cabeza» contaba Prieto.

Una vez que los preescolares aprenden a introducir la cabeza dentro del agua son pasados a la piscina grande. Allí se llevan a cabo ejercicios con tabla y con burbuja para que empiecen a realizar movimientos de brazos y de piernas. Pero es necesario, antes de avanzar, acabar con todo tipo de miedos que los niños y niñas puedan tener al agua.

La enseñanza a preescolares es totalmente diferente a la que se imparte a personas mayores. Ambas son satisfactorias dice Prieto, «tanto los pequeñines, que empiezan a nadar, como los mayores, que te dicen que en sus tiempos no disponían de esto y te lo agradecen todo el rato».

Los cursos a niño y niñas de tres años suponen más esfuerzo físico, pero resulta incluso más divertido. Tanto Prieto como Zanfaño, los dos entrenadores, se toman las estas clases de natación como un juego. De esta forma, los más pequeños toman un contacto agradable y distendido con medio acuático. Relacionan el nadar, no con una obligación, sino con una diversión constante.

Se les pide a los progenitores que, durante los 45 minutos que dura la clase, no estén presentes en las piscinas, «si están allí su padre o su madre los niños se distraen y no nos atienden a nosotros». Una vez terminada la quincena Prieto recomienda que se continúe con la formación para no perder lo que se ha conseguido en este curso.

«Es importante comenzar desde pequeños. La mayoría de las personas que fueron al campeonato de España habían asistido al grupo de bebés».